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A mis hijos, mientras aún hay tiempo

Lo que necesito que ustedes sepan en cuanto a Dios y sobre cómo vivir en su mundo.

John Blasé 30 de octubre de 2023

Mis queridos hijos:

Si alguna vez hubo un momento para hacer una mudanza importante, fue en ese entonces, cuando ustedes estaban todavía tan pequeños aquí. Vimos una oportunidad y la aprovechamos; nos marchamos al oeste, a espacios abiertos en los cuales criarlos, un gran paisaje de cielo, un lugar donde John Denver canta: “La sombra de la luz de las estrellas es más suave que una canción de cuna”. Además, nosotros también éramos jóvenes en ese entonces, con un poco de pasión por los viajes. Así que nos fuimos a Colorado a ver qué podíamos ser. Al alejarnos de toda nuestra familia, y digo TODA, también nos alejamos de un marco que moldeó nuestra fe. Ese marco incluía los servicios religiosos de los domingos por la noche, las reuniones de oración de los miércoles por la noche, las clases de la escuela dominical, la memorización de versículos de la Biblia, y la escuela bíblica de vacaciones, por nombrar solo algunos. Y aunque no hay nada malo en ninguno de ellos (de hecho, hay mucho de bueno y correcto en todos ellos), nos habíamos cansado de esa estructura. En el mejor de los casos, ese marco era fuerte y servía de apoyo. Sin embargo, en ocasiones, se había convertido en una mera fachada en vez de lo genuino, lo que nos llevaba a insistir en utilizar las palabras y las frases correctas, y en cumplir con lo que se debía y no se debía hacer, todo ello para permanecer en el “lado bueno” de Dios. Encontramos esa experiencia agotadora, un excelente ejemplo de llegar a un curso antes que al corazón, por así decirlo. Pero si uno iba a recibir algo, que fuera el corazón.

Ilustración por Hokyoung Kim

Y así, queridos hijos, crecieron en sabiduría y favor con Dios y de los hombres —y con el Front Range de Colorado— hasta convertirse en algunas de las personas más amables y compasivas que conocemos. No podríamos estar más orgullosos, y no cambiaríamos nada de esos maravillosos años de verles crecer. Y, sin embargo, debido a que más de una cosa puede ser cierta al mismo tiempo, también tenemos momentos de pausa de vez en cuando porque no están familiarizados con la historia de David y Mefiboset, y la sintonía de “los libros de la Biblia” no está alojada en sus cerebros. Y aunque conozcan el sonido del Padrenuestro, es posible que no se sepan todas las líneas. Me doy cuenta de que la mayor parte de eso, tiene que ver conmigo, su padre anciano, y con las preocupaciones que cualquier padre tiene de poder fallarle a sus hijos, en grandes y pequeñas maneras. Sin embargo, un poco de eso también tiene que ver con ustedes, porque aunque espero que hayan sido testigos de la fe viva de su padre, no estoy seguro de que podrían articular los detalles y poner en palabras lo que en realidad creo sobre Dios, el Señor Jesús y nosotros –de por qué estamos todos aquí para empezar. Y aunque sí, quiero que lo sepan, es más ahora, a mi edad y a la de ustedes, que necesito que lo sepan.

Mis queridos hijos, porque creo que este mundo (y eso los incluye a ustedes) es una obra de arte asombrosa, creo que hay un artista, un Creador detrás de todo. No es fruto del azar. Y del mismo modo que su madre y yo les dimos a ustedes como obras de arte un nombre específico, el artista que estás detrás de todo también tiene un nombre: D-I-O-S. ¿Estoy dispuesto a admitir que la fe fue algo impreso en mí como el hijo primogénito de un pastor bautista sureño? Sin lugar a dudas, sí. Y, sin embargo, también es algo que he sentido en mis huesos desde que tengo memoria: que Alguien vela por nosotros, que le importamos a Alguien, que no estamos solos aunque muchos días parezca como sí lo estuviéramos. Ahora bien, no estoy hablando de “el Universo”, como a algunos les gusta afirmar en estos días. El universo es el lienzo, pero no el artista, porque el universo no es personal. Como escribe mi amigo Kenneth Tanner: “El universo no puede amarte”, y creo que Dios les ama a ustedes, y a mí y al mundo entero. Tengo preferencia por lo personal, por el amor, por Dios. El poeta austriaco Rilke escribió sobre “el maravilloso y amplio tejido en el que cada hilo es guiado por una mano infinitamente tierna”. Sí, la mano de Dios.

Hijos míos, puedo oír incluso ahora sus voces alzarse: Pero papá, vivimos en un mundo rodeado de oscuridad como el tiroteo en la escuela de Uvalde, la guerra interminable en Ucrania y los majestuosos elefantes de Sumatra al borde de la extinción. ¿Cómo puede tu creencia en un Dios tierno encajar con esos ejemplos de salvajismo, injusticia y dolor? Les comprendo. Sin embargo, sigo creyendo que hay una ternura que mantiene todo unido, sin la cual habríamos desaparecido por completo hace mucho tiempo. Esa ternura se manifiesta cuando el Dios grande y poderoso nos muestra su rostro más humano y cercano. Y ese rostro es el Señor Jesús.

Si quieren saber cómo es Dios, miren al hombre que conoce bien el dolor: miren al Señor Jesús, cuyo nombre significa “el que salva”. ¿Nos salva de qué, papá? Después de cincuenta y tantos años de vida, creo que Dios en el Señor Jesús nos salva ante todo de nosotros mismos, y con ello no estoy menospreciando la inteligencia o el progreso de la humanidad. Es solo que después de todo este tiempo todavía no sabemos amar muy bien. Como escribe Mary Oliver: “No somos sabios, ni muy a menudo amables”. Pero el Señor Jesús absorbió como una esponja toda la maldad del mundo en su corazón por siempre tierno, y aun así soportó. Aunque es posible que no conozcan la canción de “los libros de la Biblia”, sí sé que recuerdan al Aslan de C. S. Lewis: el sacrificio voluntario del león por Edmund en la mesa de piedra, y la magia más profunda de antes del amanecer de los tiempos. La magia que hizo que la mesa se rompiera y que la muerte se invirtiera. Mientras que la muerte de Aslan fue por Edmund, esa sola persona nos representa a muchos –a nosotros.

Nosotros, mis queridos hijos. Ustedes, yo y nosotros. Dios en el Señor Jesús nos ama. Mi buen amigo Robert Benson escribe que “Dios nos soñó para que fuéramos”, lo que me lleva a creer que, además de amarnos, Dios también disfruta teniéndonos cerca. Uno de los “falsos dioses” apoyados por algunos todavía hoy, es una deidad que, en el mejor de los casos, tolera a la humanidad, pero que la mayoría de los días está decepcionada con nosotros y suspira la mayoría de las noches, deseando que por una vez sentemos cabeza.

No, mis queridos hijos, además de que Dios nos ama, creo que también le agradamos. Creer eso es así, es más profundo que solo el pensamiento positivo. Eso requiere tener fe, trabajo duro y tiempo. Para algunos de nosotros, tal vez incluso toda una vida. Las voces que nos dicen lo contrario suelen ser fuertes. Pero no les hagamos caso. Creo que es por eso que estamos aquí, y estamos aquí solo por un minuto, para vivir bien despiertos el regalo indescriptible de nuestras vidas, tan llenas de elogios, dolor, furias y risas. Para mirar, escuchar, saborear, tocar y oler la ternura incesante de Dios.

Hay mucho más que podría decir, pero es suficiente por ahora. Esto es lo que quiero: Vivir como si Dios nos amara —porque así es— y de tal manera que los que no conocen el amor nos encuentren como amigos generosos.

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