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Del corazón del pastor

La perseverancia es la determinación de seguir adelante y no rendirse.

La vida cristiana no siempre es fácil, pero como hijos de Dios, tenemos ayuda especial tanto para los días buenos como para los malos. El Dr. Stanley enfrentó el desánimo tanto como cualquiera de nosotros, y supo cómo buscar sustento espiritual. En Ministerios En Contacto nos preocupamos por cómo le va a usted.

Este mes nos gustaría compartir con usted algunas palabras del Dr. Stanley sobre nuestro “Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Co 1.3). Recuerde la gracia del Señor Jesús cada vez que su corazón necesite que lo levanten.


En algún momento, a todos nos llega el desánimo: malas noticias, penas de este mundo o circunstancias angustiosas. En esos momentos, podemos convencernos a nosotros mismos de que nuestros problemas nos desharán. O podemos optar por apoyarnos en nuestro bondadoso y paciente Padre celestial, quien ve nuestra lucha. Él nunca nos dejará solos. Por el contrario, Él nos consuela y fortalece por medio del Espíritu Santo.

Cuando necesito ánimo, recurro a uno de mis pasajes bíblicos favoritos: Romanos 15.4, 5:

“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús”.

La perseverancia es la determinación de seguir adelante y no rendirse. Si se fijan bien en el versículo 5, ¿qué ven? Es Dios mismo quien nos da esa determinación. ¿No le da eso esperanza hoy? Veamos cómo nos la da Dios.

El Espíritu de Dios nos anima con la Palabra de Dios. En las Sagradas Escrituras descubrimos qué clase de Dios es Él. El Salmo 119.68 dice que el Señor es bueno. No solo es bueno de carácter y dador de cosas buenas, sino que también es Él quien determina lo que es bueno. Él sabe lo que es mejor para nosotros en cada momento de nuestra vida y puede guiarnos en sabiduría en cada situación. Cuando comprendemos que Dios permite las dificultades porque en última instancia son beneficiosas para nosotros, no necesitamos desanimarnos por ellas. Con el tiempo, miraremos hacia atrás y le agradeceremos la forma en la que nos sacó adelante.

El Espíritu de Dios nos consuela a través de la oración. El Señor no quiere que estemos ansiosos, sino que acudamos a Él con toda preocupación (Fil 4.6). Cuando mi nieta tenía 7 años, me enseñó una de las oraciones más sencillas y eficaces que podemos ofrecer al Señor en momentos de necesidad. Estábamos montando a caballo mientras visitábamos un rancho, y de repente su caballo galopó alejándose del grupo. Cuando la alcanzamos, me dijo que, aunque tuvo miedo, siguió orando: “¡Jesús, ayúdame!”

Recuerde esta breve oración la próxima vez que se sienta impotente ante un problema. Ningún problema es más grande que nuestro Dios omnisciente y omnipotente, y nada es demasiado pequeño o insignificante para que Él no actúe.

Dios también nos anima por medio de la música. Tengo algunos himnos preferidos que me recuerdan la fidelidad de Dios y su propósito para las pruebas. Piense en las letras de los himnos antiguos, como este verso de “¡Cuán firme cimiento!”: “La llama no puede dañarte jamás, si en medio del fuego te ordeno pasar; el oro de tu alma más puro será, pues solo la escoria se habrá de quemar”. Hay un gran consuelo en conocer y confiar en la gracia de Dios para sostenernos en las pruebas.

El pueblo de Dios es otro medio por el que Él nos anima. Al concluir su carta a los colosenses, Pablo enumeró a los amigos que trabajaban con él por el reino de Dios. Lo que escribió acerca de ellos fue: “han sido para mí un consuelo” (Col 4.11). Un amigo consagrado puede levantarnos cuando estamos deprimidos. Esta es solo una de las muchas razones para unirse a una iglesia local donde se puede participar en el Cuerpo de Cristo de una manera directa y personal. No solo encontrará valor para sus propios momentos difíciles, sino que estará disponible para los demás cuando le necesiten.

Por último, el Espíritu Santo le ayudará a darse cuenta de las bendiciones diarias de Dios. El desánimo nos impide ver todo lo bueno que Él nos da. Pero cuando consideramos sus infinitos dones, nuestra actitud se transforma. A veces necesitamos apartar nuestra atención de los problemas de la vida y centrarla en la asombrosa creación que nos rodea. La maravilla de las estaciones, por ejemplo, o el orden perfecto del universo nos recordarán siempre que Dios es grande y que lo tiene todo bajo control.

¡Qué consuelo saber que el Señor está presente y vive en usted! Búsquelo con firmeza a Él y a su consuelo, y reconocerá su amor, misericordia y bondad en cada situación.


Las palabras anteriores del Dr. Stanley son un recordatorio de la verdad que se encuentra en Juan 14.27, que el Señor nos da paz, pero no “como el mundo la da”. La paz de Dios es misteriosa, extraordinaria y eficaz. Nos mantiene unidos como ninguna otra cosa puede hacerlo. Esperamos que cada día se apoye usted más en su aliento divino. Hasta la próxima, que Dios le bendiga.

Para la gloria de Dios,

Sus amigos de Ministerios En Contacto

P.D. Este mes conmemoramos el Día de las Madres, una celebración muy querida por el Dr. Stanley. Su propia madre tuvo una fuerte influencia en él, una que se extiende a cada uno de nosotros que nos beneficiamos de su ministerio. Estamos agradecidos por las madres consagradas que impactan a sus vecinos, amigos y familiares con el amor de Cristo. Feliz Día de las Madres.