Rocky Thomas, un esbelto cuarentón de cabello corto y oscuro, y de penetrantes ojos azules, conducía por la serpenteante autopista de cuatro carriles hacia el norte desde su casa que pasaba las laderas de los montes Ozark. Lo que para otros pudiera significar un agradable momento de aislamiento en una vida ajetreada, su trayecto diario se había convertido en una prisión aburrida. Antes, las letras de rap brotaban más rápido de lo que él podía grabarlas en su teléfono. Ahora, el pozo se había secado. Y a medida que los días se convertían en semanas y luego en meses, a Thomas le preocupaba que se hubiera instalado una “sequía” permanente. Pedía a Dios que lo inspirara, pero eso no sucedía.

Creativo durante toda su vida, Thomas empezó a rapear en 1989 y a componer y grabar numerosos álbumes. El está condicionado para ser resiliente, como un “cinturón negro de tercer grado” entrenado, y ha sobrevivido muchas tormentas, tanto de forma física como metafórica. Dedicado esposo de Mandy y padre de sus hijos Blaze y Bryce, es pastor de una iglesia local y dedica la mayor parte de su tiempo libre a cuidar de los demás. Pero, como el resto de nosotros, Thomas es humano y no es inmune al desánimo y a la decepción. Y la vida no ha ido según sus planes.
Thomas nunca tuvo la intención de convertirse en pastor principal. Cuando el pastor principal de su iglesia renunció de repente hace casi una década, la comunidad quedó confusa y sin dirección. Como pastor de jóvenes, Thomas gozaba de la confianza de la congregación, y varios miembros querían que orara en cuanto a si debía pastorear la iglesia.
Pero Thomas forma parte de la creciente minoría de pastores bivocacionales en el Oeste de los Estados Unidos. Botkinburg es una pequeña pero unida comunidad del centro-norte de Arkansas, y los diezmos no permiten mantener personal a tiempo completo. Así que Thomas trabaja también para el Departamento de Salud Pública del estado, a treinta minutos al norte, en la ciudad de Marshall. Esos largos trayectos se habían convertido en su tiempo para sí mismo, en su taller de composición de música rap.

A mediados de los años 90, Thomas recorrió el país presentándose en grupo ante miles de chicos como parte de una campaña contra las drogas. Aunque era emocionante presentarse como telonero de varios cantantes cristianos de renombre, al final dejó las giras para concentrarse en su familia. Pero nunca dejó que la música se desvaneciera. A principios de la década de 2000, Thomas adoptó el apelativo de Rapid Fire (Fuego Rápido), con el que sigue grabando y presentándose de vez en cuando. Una característica de la mayor parte de su música es la habilidad para lanzar letras con rapidez. Con títulos como “Praise Mode Activated” (Modo de alabanza activado) y “One of His Chosen” (Uno de sus escogidos), compone sus canciones con un solo objetivo: animar de una manera creativa a los cristianos en su caminar con Dios.
Como la mayoría de las personas en los Estados Unidos, Thomas encontró mucho más tiempo libre cuando la pandemia de COVID-19 provocó el cierre de empresas e instituciones. Oraba pidiendo inspiración y las canciones le llegaban en oleadas constantes. Desde el estudio de su casa, escribió, grabó y produjo cinco álbumes completos en dos años.
Un sábado reciente por la mañana, Thomas estaba en el salón de actividades sociales de la iglesia. Había cambiado su traje y su corbata habituales de los domingos por una camiseta y unos jeans. Frente a él estaba una docena de hombres de distintas edades desayunando lo que cada uno había traído. Algunos llevaban la camiseta creada para el grupo, que mostraba espadas cruzadas sobre un escudo con las palabras “Hombres de hierro”.

Al comenzar con la historia de Jonatán y el portador del escudo, extraída del libro de 1 Samuel, Rocky animó a los hombres a seguir apoyándose unos a otros en unidad sin importar el costo. Habló de una publicación en las redes sociales que describía a un grupo de personas intentando salvar a alguien de ahogarse. Sin flotador ni cuerda a la vista, decidieron enlazar sus brazos y formar una cadena humana, anclándose en tierra firme mientras se adentraban en el agua. Thomas dijo que, puesto que las tormentas llegarán nos guste o no, el trabajo en equipo, una reacción unificada, es lo que necesitamos en el cuerpo de Cristo. Pero a veces, añadió, “Dios lleva a las personas a las aguas profundas, no para ahogarlas, sino para limpiarlas”. Una persona asintió con la cabeza, y Thomas recordó al grupo la historia de aquel hombre. Ese mismo día, con exactitud siete años antes, Bob había sobrevivido a un tornado. Todos los hombres escucharon con una sensación de profunda comprensión: Los intensos fenómenos meteorológicos son un aspecto desafortunado de la vida en esa parte del país.
Lo que Thomas no tuvo que recordarles fue la tormenta. En 2013, un enorme tornado arrasó la comunidad y la iglesia. Thomas y su familia vivían en la casa parroquial de al lado, pero, gracias a Dios, los cuatro estaban en otro lugar en ese momento; de haber estado en casa, es dudoso que hubieran sobrevivido. En un acto más de misericordia divina, el servicio del miércoles por la noche había sido cancelado, por lo que tampoco había nadie en la iglesia en ese momento. Pero en cuestión de minutos, los Thomas perdieron casi todo lo que apreciaban.

Al día siguiente, más de cuarenta personas de la comunidad se presentaron para iniciar la larga tarea de remover los escombros. A Dios gracias, el tío de Mandy, que había llegado poco después de la devastación inicial, guardó los recuerdos y los álbumes de fotos de la familia en el lavaplatos y la secadora para protegerlos de las lluvias que siguieron a la tormenta.
Los Thomás se mudaron con los padres de Mandy y empezaron a reconstruir la iglesia desde cero. Una vez terminada, empezó la construcción de una nueva casa para la familia, no muy lejos de la anterior. La temporada tuvo un costo emocional, y Thomas se volvió al Señor una y otra vez en busca de fuerzas para guiar a su familia a través de todo aquello.
Alrededor de un año después del tornado, cuando la vida volvía a un cierto nivel de normalidad, se presentó otra dificultad. Blaze, que entonces cursaba tercer grado, tuvo problemas para respirar en la clase de educación física y a punto de desmayarse. Las pruebas que le hicieron en el hospital le hicieron recordar los temores de su infancia, cuando le diagnosticaron varios defectos cardíacos. Había evitado la operación entonces, pero los médicos le advirtieron que podría ser necesaria en el futuro. Ahora necesitaba una nueva arteria.

Los médicos realizaron la operación y confiaban en que Blaze sobreviviría. Pero durante la recuperación, su temperatura corporal aumentaba y no bajaba. Mientras Mandy entraba en pánico en la sala de espera, una desconocida se acercó y comenzó a orar por Blaze. “Su chico no va a morir”, le dijo con fe. Mientras tanto, Thomas estaba siempre al teléfono, enviando mensajes de texto a compañeros de oración de la iglesia. Cinco días después, mientras esperaban los papeles de alta, Blaze se había recuperado tanto que podía empujar a su padre, aún sentado en una silla de ruedas.
Hoy, Thomas considera los retos que han enfrentado como un combustible para sus esfuerzos. Alienta la creatividad en su familia, aunque su tiempo sea más limitado que cuando él era más joven. Mandy, que de niña tocaba en un cuarteto de gospel sureño, dirige con regularidad el culto los domingos. Blaze, de 18 años, toca la batería, rapea con su padre y se ha convertido en meteorólogo aficionado, creando partes del estado del tiempo en una pantalla verde en su estudio de la casa. Bryce, de 13 años, comparte canciones y bailes originales que graba y publica en internet. Para Thomas, los dones de cada miembro de la familia son oportunidades únicas para dar gloria a Dios mientras ministran a los demás. Lo que hacía que su sequía creativa fuera aún más preocupante. Tuvo que preguntarse: ¿No me ha sacado Dios adelante antes? Sin embargo, su frustración persistía.
Estando fuera del trabajo el Día de los Veteranos, la letra de una nueva canción comenzó a gotear en su mente. Y el goteo pronto se convirtió en un torrente. Antes de que terminara el día, compuso y grabó “We Will Overcome” (Venceremos). A medida que una pista de fondo instrumental se eleva a un crescendo, Thomas rapea en el estribillo: “No importa lo que se me presente / el mañana nunca está prometido, así que estoy viviendo para hoy / desde que sale el sol hasta que se pone / y el trabajo está hecho... venceremos”. Al igual que el Salmo 106, que recuerda el milagroso cruce del mar Rojo por parte de los israelitas, la canción recuerda a Thomas cómo Dios le ha guiado a él y a su familia a través de todos los desafíos, y lo hará una y otra vez, sin falta.