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Cómo darse un banquete con las Sagradas Escrituras

Una guía de En Contacto para una mejor salud espiritual

James Cain and Personal de Ministerios En Contacto 28 de enero de 2024

Deshojada y ondulada en la mesilla de noche. Decolorándose en la ventanilla trasera de un automóvil. Impecable y nueva en la gaveta de un hotel. La Biblia aparece en todo tipo de lugares. Y sus palabras están insertas en la literatura, grabadas en muros públicos e incluso tatuadas en el cuerpo de personas. Hablamos de la Biblia como un manual de vida, una carta de amor de Dios, la historia de nuestra redención. Todas estas cosas son ciertas. Lo que es menos común es hablar de la Biblia como banquete. Pero eso es justo lo que ella es: una comida interminable y deslumbrante, una mesa abundante de conocimiento, sabiduría y deleite.

Ilustración de Stephanie Wunderlich

Pero apreciar la Biblia como un banquete no siempre es fácil. La vida moderna, así como nuestras propias heridas y problemas emocionales del pasado, pueden crear barreras que nos impiden alimentarnos de la Palabra de Dios. Hemos creado esta guía para ayudarle a superar cualquier obstáculo que le impida ver la Biblia de esa manera.

Barreras en cuanto a la lectura de la Biblia

Según la investigación más reciente de la Sociedad Bíblica Americana, solo el 39% de los estadounidenses abrieron una Biblia tres o más veces en 2022. Y, sin embargo, es alentador que un número sorprendente de personas digan que quieren leer más la Biblia.

Por lo general, las barreras que nos impiden hacerlo se dividen en tres categorías principales:

  • Nos falta tiempo.

  • Nos falta preparación.

  • Nos falta entusiasmo.

Cada una de estas respuestas es comprensible. La vida de hoy en día a menudo parece estar reñida con las prácticas y las disciplinas espirituales que requieren un enfoque más pausado y deliberado. Pero con una reevaluación de cómo vemos la Biblia junto con algunas estrategias sobre cómo involucrarnos con ella, es posible lograr avances significativos en un corto período de tiempo.

Cómo descubrir el banquete que hay en las Sagradas Escrituras

Si la Biblia no nos entusiasma, quizá sea porque la hemos malinterpretado. Tal vez nos la enseñaron mal, de un modo árido y memorístico que le restó vitalidad (y también a nosotros). O quizás alguien la utilizó como un arma en lugar de mostrarla como la hermosa colección de escritos que es. Sea cual sea la razón, nuestra mente empieza a cambiar cuando reconocemos que la Biblia es mucho más que un manual de reglas, de historia antigua, de profecías e historias inspiradoras. Es la Palabra de Dios, el Dios del universo hablándonos, como lo entendieron nuestros piadosos antepasados.

Cuando el apóstol Pedro le preguntó al Señor Jesús: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6.68), dio la definición perfecta del evangelio. Las palabras de vida eterna. Y la Biblia nos ofrece esa buena noticia de manera confiable, que nos fue dada cuando “hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1.21).

Si entendemos la Biblia como las palabras de nuestro Rey y la vemos como esenciales, tan necesaria para nuestro espíritu como lo es el alimento para nuestro cuerpo, entonces podemos abordar sus páginas de una manera un poco diferente. Trate de enfocar su tiempo en la Palabra de Dios de la siguiente manera:

  1. Comience con acción de gracias. Dé gracias a Dios por su Palabra, como lo haría con un anfitrión por una deliciosa comida puesta en la mesa frente a usted. Recuerde que estas palabras son nuestro alimento espiritual (Deuteronomio 8.3; Mateo 4.4).

  2. Contemple bien su “comida”. Puesto que la Biblia no es papilla espiritual, sino un banquete rico y variado, elija saborear cada palabra.

  3. Clarifique sus expectativas. Como verá a continuación, leemos la Biblia para ser transformados, pero Dios la utiliza de diferentes maneras. Algunos días, su lectura podría moverle a nivel emocional, lo cual es maravilloso. Pero eso no significa que otros días, cuando nuestras emociones no estén comprometidas, sea menos valiosa.

Consideremos la historia de Mefiboset en 2 Samuel 9. Como hijo de Jonatán, tenía derecho al trono. Un nuevo rey significaba que su vida estaba en peligro, así que Mefiboset huyó. Pero el resultado que esperaba no fue nada parecido al que experimentó. Cuando el rey David lo encontró, lo llevó a su casa, le restauró sus bienes y lo invitó a comer a la mesa real. Eso fue tan importante, que el texto lo menciona cuatro veces en siete versículos (2 Samuel 9.7, 10, 11, 13).

De igual manera, la Biblia nos ofrece un asiento regular en la mesa del Rey celestial, donde disfrutamos de un espléndido banquete de la buena noticia en forma de historias, canciones, proverbios y promesas. Después de todo, la Palabra de Dios no es solo una fuente de calorías desabridas. La Palabra es la mejor comida espiritual posible, del tipo que no solo le fortalece para el largo y arduo camino de la fe, sino que también deleita su cuerpo y alma.

Por qué leemos

Aunque elegir un libro y un capítulo parezca la forma obvia de comenzar, podría sorprenderle saber que la manera en la que leemos está determinada por el por qué estamos leyendo. En Apprenticeship with Jesus, (El aprendizaje con Jesús), el autor Gary Moon cuenta la historia de Hal, que leyó con diligencia las Sagradas Escrituras de principio a fin más de 144 veces. Pero Hal no captó lo esencial, dice Moon, porque “era conocido por ser una de las personas más crueles, malhumoradas y odiosas que uno podría conocer”. Hal solo leía para informarse acerca de la Biblia, y su lectura nunca lo cambió.

Como cristianos, esperamos ser transformados: ver a Cristo formado en nosotros (Gálatas 4.19). Así como la comida proporciona los nutrientes que nuestro cuerpo necesita, las Sagradas Escrituras proveen lo que se requiere para ser “transformados por la renovación de [nuestro] entendimiento” (Romanos 12.2). La verdad de la Palabra de Dios, utilizada por el Espíritu Santo, ayuda a producir este cambio.

Saber el por qué está usted leyendo puede ayudarle a ajustar sus expectativas. Incluso si está usando un plan de lectura para crear una estructura y asumir responsabilidad, recuérdese a sí mismo que por sobre cualquier otro interés, está leyendo por amor al Autor. He aquí algunos ejemplos de respuestas a “¿Por qué estoy leyendo?”

“Quiero ver una imagen más completa del amor y el perdón de Dios”. Reserve más tiempo para la lectura en sí, y elija algunos pasajes más largos que cuenten la historia de una persona. Lea Génesis 1–3; o Juan 19–21; o un libro corto, como Rut, Jonás o Filemón.

“Quiero experimentar el consuelo de Dios en mi tristeza”. Planifique leer salmos que le recuerden la presencia de Dios incluso en la oscuridad, el dolor o el miedo. El Salmo 23 es conocido, pero merece la pena meditar en él con regularidad. Saboree cada frase, y dedique tiempo extra para la reflexión y la oración después de la lectura.

Quiero entender mejor cómo actúa el Espíritu Santo en la vida del creyente”. Comience con las promesas del Señor Jesús en Juan 14 y 16 sobre la presencia y la obra del Espíritu. Utilice las notas de una buena Biblia de estudio o comentario para ayudarle a entender lo que dicen las Sagradas Escrituras acerca del Espíritu Santo, y también como ha entendido la iglesia esos pasajes.

Si no está seguro de por dónde empezar, puede encontrar algunos planes de lectura temáticos al visitar encontacto.org/planes

Cómo leemos

Esto no quiere decir que no necesitemos la lectura informativa. Como escribe Jonathan Pennington en Come and See (Venid y ved), “la Sagrada Escritura es más que contenido informativo, en verdad, pero no es menos que esto”.

La lectura informativa significa leer la Biblia en trozos más grandes, buscando una comprensión general de lo que dice. Trate de leer Efesios, una de las epístolas de Pablo de extensión media, de principio a fin. Cuando haya terminado, tómese de 3 a 5 minutos para reflexionar sobre lo que ha leído. ¿Cómo explicaría el contenido de Efesios a un amigo?

Pero si se limita a rozar la superficie, se perderá detalles importantes. Entonces, ¿cómo profundizar? En primer lugar, descubra y preste atención al contexto histórico y cultural de lo que está leyendo, piense en qué forma literaria se presenta y luego considere cómo han leído otros los mismos pasajes. Jonathan Pennington llama a esto leer detrás del texto, en el texto y delante del texto.

Con Efesios, por ejemplo, leer detrás del texto significa aprender un poco sobre Éfeso y el ministerio de Pablo allí. Una buena Biblia de estudio puede ser de gran ayuda en esto, y es un excelente primer recurso en la traducción que usted prefiera. Leer en el texto significa darse cuenta de que está leyendo una carta, pero una carta con un objetivo específico: discipular a los creyentes de Éfeso. 

Un comentario puede ayudarle a leer delante del texto al arrojar luz sobre cómo otros cristianos han interpretado secciones difíciles, como los pasajes sobre el sometimiento en los capítulos 5 y 6. How to Read the Bible Book by Book (Cómo leer la Biblia libro por libro), de Gordon D. Fee y Douglas Stuart, es un buen recurso general básico. También hay disponibles varios comentarios de toda la Biblia. Entre ellos se encuentra el muy utilizado comentario de Matthew Henry, ahora disponible con un lenguaje actualizado más accesible para los lectores modernos.

Leer para el estudio significa tomar un pasaje más corto y excavar para “desenterrar los diamantes”, como escribe David Mathis en Habits of Grace (Hábitos de gracia). Lea con atención Efesios 2.11-22. Leer detrás del texto requiere comprender que la iglesia de Éfeso no estaba compuesta solo por judíos, como algunas otras iglesias primitivas.

Eso significa que necesitará saber que los gentiles estaban fuera del pacto de Dios con los judíos. A leer el texto, note el “Por tanto” en el versículo 11, y verá que Pablo construye con cuidado su argumento en base a versículos anteriores que explican lo que ha cambiado. Pero al leer delante del texto verá, con otros lectores, que el argumento de Pablo a favor de la unidad va más allá de las divisiones entre judíos y gentiles, y se extiende a las divisiones en la iglesia de cada generación, incluyendo las que enfrentamos hoy en día entre denominaciones y grupos de personas.

Leer para memorizar es otra forma de “saborear” las Sagradas Escrituras. El fundamento para memorizar las Escrituras se estableció en el Antiguo Testamento, en versículos como el Salmo 119.11: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. No es que memorizar le dé la garantía de no pecar, pero cuando usted memoriza, está grabando las palabras de Dios en cada rincón de su vida. 

Esto puede parecer desalentador, y si es así, comience poco a poco. Elija algunos pasajes cortos que sean densos y llenos del evangelio. Siguiendo con Efesios, ¡tiene muchas opciones de pasajes cortos para memorizar! Considere Efesios 1.7-10; Efesios 1.17-21; Efesios 2.4-10; Efesios 2.17-22; Efesios 3.20, 21; Efesios 4.4-7; Efesios 4.25-32; o Efesios 6.10-18

La meditación bíblica

Una de las maneras más importantes de deleitarnos con las Sagradas Escrituras es meditar en ellas. El libro de los Salmos comienza con una descripción de alguien que es bienaventurado. “En la ley de Jehová está su delicia”, dice el salmista, “y en su ley medita de día y de noche” (Salmo 1.2).

Es posible que la palabra meditar le pase desapercibida, o que piense en ella en tono negativo por la forma en la que se utiliza en la cultura popular. Pero la meditación bíblica es clave para ser transformados por las Sagradas Escrituras. En este “pensamiento profundo”, usted llena su mente y su corazón con la Palabra de Dios en lugar de vaciarlos, como promueven algunas otras formas de meditación.

También podría pensar en esta práctica como algo que necesita aprender. Ahora bien, aunque no utilice esa palabra, ya usted medita, créalo o no. Si alguna vez ha recordado un cumplido (o una crítica) —volviendo a ellos, repitiéndolos, ensayándolos— ha meditado. Esta forma poco saludable de meditación se llama, de una manera más apropiada, rumiar. Y es posible que usted conozca el valor (o el perjuicio) de centrarse en los pensamientos y las palabras que surgen cuando uno se encuentra en este estado.

La meditación bíblica hace que las palabras de Dios, en lugar de las palabras de los demás, sean nuestro enfoque. Así es como se comienza, prestando atención a las Sagradas Escrituras. Como dice David Mathis: “La meditación cristiana comienza con nuestros ojos en el Libro, o con nuestros oídos abiertos a la [Palabra], o con una mente llena de escrituras memorizadas”. Cuando usted lee de las maneras que ya hemos comentado, es como un invitado que ha probado todos los platos e identificado los que en realidad quiere saborear. Cuando medita, es tan simple como si volviera a los lugares en las Sagradas Escrituras a los que desea prestar atención sostenida.

Un método comprobado de la meditación funciona de la siguiente manera:

  1. Comience con una oración, pidiéndole a Dios que abra sus ojos y su corazón para ver “las maravillas” en su Palabra. (Véase Salmo 119.9-18.)

  2. Lea las Bienaventuranzas (Mateo 5.1-12) al menos dos veces.

  3. Tome un momento y elija un versículo que le haya impactado de manera especial. Piense en él, examinándolo en su mente durante varios minutos. ¿Le recuerda a otros pasajes que ha leído? ¿Le hace pensar en otras historias o personajes? Y lo más importante, ¿qué revela ese versículo sobre quién es Dios y cómo ama Él?

  4. Luego, solo espere, guardando un poco de silencio antes de dirigirse a Dios con una oración propia utilizando sus propias palabras o frases.

Es importante destacar, también, que la meditación cristiana no es un simple ejercicio de mejoramiento personal. En última instancia, nuestro propósito al meditar es encontrarnos con una Persona. El hecho de detenernos en un pasaje nos dirige a su Autor, al Arquitecto de la “gracia en la cual estamos firmes” (Romanos 5.2). Matthew Henry dijo: “Así como la meditación es la mejor preparación para la oración, la oración es el mejor resultado de la meditación”.

Siempre fresca

La Biblia es una colección asombrosa de textos, una fuente de gran consuelo, alegría y entendimiento en la que podemos confiar a lo largo de nuestra vida. Cada vez que volvamos a sus páginas, encontraremos algo nuevo que asimilar. Pero eso no se debe a que ella haya cambiado, sino que nosotros hemos cambiado. Al igual que nuestras papilas gustativas, que se desarrollan con el tiempo y nos permiten saborear sabores más complicados a medida que envejecemos, nuestra madurez espiritual también cambia nuestra forma de relacionarnos con la Palabra de Dios. Los pasajes que antes considerábamos aburridos se vuelven ricos y fragantes, y las palabras que antes eran amargas se convierten en miel en la lengua. Así pues, acerquémonos a la mesa cada día con corazones abiertos y hambrientos por el festín que nunca nos dejará insatisfechos.

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