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Cómo orar cuando uno siente que no puede hacerlo

Una guía de En Contacto para una mejor salud espiritual

Personal de Ministerios En Contacto 22 de agosto de 2023

Para algunas personas, la oración parece fluir sin esfuerzo, como el canto matutino de una paloma. Sus palabras se deslizan sobre los altibajos de la vida, como si fuese fácil mantener un ritmo de adoración y súplica. Mientras tanto, el resto de nosotros nos sentimos como si estuviéramos graznando a Dios (si es que estamos tratando de hablar con Él). Anhelamos hacerlo, pero con demasiada frecuencia eso puede sentirse como un ejercicio infructuoso.

Ilustración por Abbey Lossing

A veces no sabemos qué decirle a Dios, simplemente porque ha sido un día largo y nos sentimos exhaustos a nivel físico y mental. Otras veces, no hemos sabido qué decir durante mucho tiempo, y la falta de conversación hace que ese primer intento de comenzar no resulte muy cómodo. Sea cual sea la razón, cuando nos cueste hablar con Dios, podemos recurrir a prácticas probadas por el tiempo y transmitidas por otros creyentes.

Cómo empezar

A menudo, uno de los mayores obstáculos para la oración son nuestras expectativas. Si venimos al Señor con un cierto resultado en mente, es posible que no le escuchemos a Él o a lo que Él quiere. Si pensamos que merecemos tener una cierta experiencia, o incluso que deberíamos ser capaces de orar mejor de lo que podemos, nuestro corazón se cierra. Sean cuales sean nuestras expectativas, podemos confiar en que el Espíritu Santo nos ayuda a hacerles frente. Cuando empiece a orar, ponga en práctica dejar de lado cualquier expectativa o juicio sobre lo que esté sucediendo.

  • Pruebe este método para ayudarle a superar cualquier comienzo en falso:

    1. Primero, reconozca la presencia de Dios: Él está con nosotros, lo sintamos o no. Diga: “Señor, sé que estás conmigo. Por favor, ayúdame a conectarme contigo”.

    2. Segundo, vea cómo se siente arrodillarse o abrir las manos con las palmas hacia arriba. Diga: “Señor, por favor, ayúdame a dejar ir todas las expectativas y juicios, y solo permíteme estar contigo aquí y ahora”.

    3. Por último, considere la posibilidad de sentarse en silencio durante un momento, hasta uno o dos minutos. Y luego, tan solo hable con Dios de la manera en la que suele hablar y con la conciencia de que Él está en la habitación.

Si no se siente cómodo cuando hace estas tres cosas, no se preocupe. Hablar con Dios, aun cuando haya perdido el hábito, siempre es mejor que no hablar con Él. Y siéntase alentado: Cuanto más ore, más fácil le resultará hacerlo.

Apóyese en otros creyentes

Podríamos pensar que, para que una oración sea auténtica y eficaz, debe ser original. Pero el Señor Jesús mismo ofreció un ejemplo que podemos adoptar como propio: el Padrenuestro (Mateo 6.9-13). Nada en la Biblia sugiere que cada una de nuestras peticiones tiene que ser una creación perfecta y única. Nada dice que nuestras oraciones no contarán, a menos que muestren una gramática correcta, sustancia teológica o sean hermosas. Aunque no hay nada malo en que las oraciones cumplan esos requisitos, tales criterios no son el objetivo final. De hecho, ese tipo de expectativas puede desenfocarnos. La oración nunca debe ser una actuación, sino todo lo contrario: un momento en el que bajamos la guardia y aceptamos nuestro verdadero yo en la presencia de Dios. En realidad, cuando a fin de cuentas creemos que la oración no tiene que ser original, es cuando podemos recurrir a la ayuda de otros creyentes.

Cuando se nos escapen las palabras, podemos hacer eco de las oraciones de cristianos que nos han precedido. Tomar ejemplo de oraciones registradas o utilizarlas palabra por palabra como si fueran nuestras, de alguna forma elimina ansiedades o tendencias a la actuación. En lugar de formar las palabras nosotros mismos, dejamos que las palabras nos formen a nosotros. A medida que repetimos estas oraciones y las memorizamos, se convierten en parte de nosotros mismos. De este modo, enriquecen nuestra adoración diaria y nos permiten tener una comunicación más profunda con Dios.

Oraciones prestadas

Los creyentes han estado escribiendo sus oraciones durante siglos, por lo que no faltan ejemplos a seguir. Pero no se desanime si la oración que elija no parece la correcta. Lo importante es que está comenzando una conversación con Dios, no que las palabras sean perfectas.

  • Intente comenzar con esta selección de la Coraza de San Patricio, utilizada por cristianos de todos los orígenes durante siglos:

Cristo conmigo,
Cristo ante de mí,
Cristo tras de mí,
Cristo en mí,
Cristo bajo mí,
Cristo sobre mí,
Cristo a mi derecha,
Cristo a mi izquierda,
Cristo cuando me acuesto,
Cristo cuando me siento,
Cristo cuando me levanto,
Cristo en el corazón de cada persona que piense en mí,
Cristo en la boca de todos los que hablen de mí,
Cristo en todo ojo que me ve,
Cristo en todo oído que me escucha.

La oración completa tiene más de 70 líneas, si quiere la versión más larga. Pero también podría tomar prestados versículos o coros de sus himnos o canciones de adoración favoritos, pasajes de las Sagradas Escrituras (los Salmos son bastante adecuados) o recursos como el Libro de Oración Común.

A lo largo del día

Si piensa que podría beneficiarse de algo más informal, considere las oraciones de respiración (llamadas así por su brevedad, que pueden pronunciarse en una sola respiración). Son una combinación de oración y meditación bíblica que le permite unir la verdad revelada por Dios y su deseo de conectarse con Él. Las oraciones en sí mismas son frases sencillas, por lo general de las Sagradas Escrituras, que se pueden decir como una oración al ritmo de una inhalación y una exhalación. Durante cientos de años, los cristianos han repetido en silencio oraciones de respiración a lo largo del día para permanecer presentes a Dios. Tener un estribillo sencillo en el cual buscar ayuda nos facilita mantener la conexión con Cristo, y sintoniza el corazón para oírle llamar a su puerta. Sirve para ayudarnos a orar sin importar lo que estemos haciendo o quién esté a nuestro alrededor.

En la iglesia primitiva, algunos cristianos sentían la necesidad de retirarse al desierto, como lo había hecho el Señor Jesús, para mantener un caminar vital con el Padre celestial. Dedicaron toda su vida a “orar sin cesar” (1 Tesalonicenses 5.16-18), y las oraciones de respiración se convirtieron en parte del esfuerzo por mantenerse conectados con el Señor Jesús. Esta clase de oración ha sido un recurso de los cristianos desde entonces. Y aunque no todos los creyentes de hoy están familiarizados con la práctica, se utiliza en una amplia gama de denominaciones.

No hay nada extraño o mágico en esta forma de orar: tan solo hace uso de la inhalación y la exhalación naturales del cuerpo para ayudarle a mantener una conversación más provechosa con el Señor. Numerosos estudios científicos han demostrado que la respiración influye en nuestra capacidad para mantener la calma y la concentración. Las oraciones de respiración son útiles para ayudar a mantener alejados los pensamientos erráticos y otras distracciones. La ciencia que hay detrás de esto apunta a la sabiduría del Señor en cómo Él hizo nuestros cuerpos.

  • Pruebe la oración del publicano:

Dios, sé propicio a mí, pecador.

Basada en una frase de la parábola del Señor Jesús sobre el fariseo y el publicano (Lucas 18.9-14), esta oración invoca la misericordia de Dios. Los Salmos también están llenos de frases que son buenas oraciones breves. Considere empezar con Salmo 51.10, Salmo 70.1 o Salmo 139.23.

Esté con Dios

Ya sea que esté hablando con espontaneidad desde el corazón, repitiendo las palabras de otros creyentes o sentado en silencio reflexionando sobre la cercanía de Dios, lo importante es orar como usted pueda. En última instancia, el estilo o el origen de su oración no importa tanto como el hecho que usted esté orando. Recuerde que la conversación con Dios es estar en comunión con Él. Y con Él es donde encontrará la vida que siempre ha deseado, una vida abundante, llena de paz, gozo y amor.

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