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Cuando las amistades se desvanecen

¿Cómo debemos sentirnos cuando las relaciones llegan a su fin?

John VandenOever 17 de agosto de 2022

"Dios... desea que sus hijos tengan una actitud equilibrada y apropiada hacia sí mismos".

-Charles F. Stanley: "Iniciar con un buen concepto de sí mismo"

Ilustración por Adam Cruft

Hace poco, en una fresca caminata matutina por el bosque, me detuve a considerar un cálido rayo de luz que descendía desde las ramas altas de los árboles. Miles de partículas de polvo se arremolinaban en el resplandor, innumerables y escurridizas. Pensé en todas las personas que han pasado por mi vida a lo largo de los años y en cómo siempre me ha hecho sentir mal que algunas de mis relaciones más significativas y beneficiosas duren solo una temporada.

Las relaciones se desvanecen y los cambios son inevitables: las personas se mudan y dejan sus trabajos, o su disponibilidad se disipa a medida que abordan nuevos desafíos. Pero con demasiada frecuencia comienzo conmigo mismo, buscando dónde pude haber cometido un error. ¿Había desdeñado sus necesidades? ¿Los había molestado de una manera que parecía dura? ¿Fallé en alentar y valorar a un amigo?

Es curioso como siempre surge la autorrecriminación. Parece que quiero creer que he hecho algo imperdonable en lugar de aceptar que hay temporadas tanto para las circunstancias como para ciertas personas, cuando, en realidad, el afecto que siento por ellas quizás sea el mismo que siguen sintiendo por mí.

Necesito adoptar la fórmula de relacionarse que el Señor Jesús modeló en la Tierra. Así que le pido a Dios que me ayude a ver los innumerables beneficios de todas las personas que he conocido, y a dejar que el regalo del tiempo y el aliento de ellas permanezca conmigo.

Necesito adoptar la fórmula de relacionarse que el Señor Jesús modeló en la Tierra. Él daba atención a centenares de personas, pero solo tenía una docena de amigos cercanos y tres que eran íntimos. Así que le pido a Dios que me ayude a ver los innumerables beneficios de todas las personas que he conocido, y a dejar que el regalo del tiempo y el aliento de ellas permanezca conmigo. Y algo más: que me ayude a recordar orar por quienes me vienen a la mente y a estar satisfecho de que enviarles un mensaje amable es suficiente.

Al reflexionar sobre esas relaciones me doy cuenta de lo importante que es volcarme a las personas que ahora están cerca. Como dice Hebreos 3.13 (NVI): "Mientras dure ese ‘hoy’, anímense unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado”. Creo que eso significa mostrar respeto y bondad a las personas que Dios ha traído a mi vida. Entonces, si nuestra cercanía tarde o temprano se desvanece, confío en que algún día podré apreciar el cálido resplandor de los recuerdos que hemos creado juntos, por cómo nos amamos y nos servimos mutuamente. Por cómo nos alentamos el uno al otro hacia Cristo.

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