Saltar al contenido principal
Artículo Destacado

Cuando no somos fuertes

La fuerza de Dios es suficiente y siempre nuestra para recibirla.

Renee Oglesby 20 de abril de 2022

Cuando su relación con el Dios todopoderoso se convierte en la prioridad de su pensamiento, puedo decirle con todo mi corazón que su sentimiento de necesidad —sus deseos, sus ansiedades, sus preocupaciones y sus cuidados— desaparecerán por completo, y se preguntará cómo, por qué y adónde se fueron. Ese es el asombroso misterio de esta relación. Usted tiene que estar dispuesto a probarlo. Y no lo intentará mientras esté satisfecho con dónde está, con lo que tiene.

—Charles F. Stanley, “Hambre y sed de Dios”.

Ilustración por Adam Cruft

Quizás dice mucho el hecho de que me resulta difícil escribir la palabra “suficiente” sin la palabra “yo” antes de ella. Si usted ha vivido solo durante algún tiempo, ser adecuado para cualquier tarea que surja parece una facultad de supervivencia. No es que desatascar el desagüe de la cocina o pintar una barandilla oxidada sean asuntos de vida o muerte, ¡no importa cuánto tiempo hayan languidecido en la lista de tareas por hacer! Sin embargo, tacharlas como completas es en realidad satisfactorio, incluso un punto de orgullo (no siempre negativo).

En el sermón citado antes, el Dr. Stanley da un giro del todo diferente a la autosuficiencia, describiéndola menos como una virtud y más como un síntoma potencial de necesidad, preocupación innecesaria, anhelos inadecuados y prioridades fuera de lugar. El problema de no apoyarse en la suficiencia de Cristo es que, en vez de eso, estamos confiando en nuestra autosuficiencia. Y aunque eso puede funcionar durante un tiempo, no podemos evitar que la vida traiga circunstancias mucho más difíciles que un desagüe obstruido o una barandilla oxidada. Hay pérdidas, decepciones y desafíos de todo tipo, cosas que van mucho más allá de nuestra capacidad humana de manejar con algún tipo de suficiencia, y mucho menos de gracia. Tenemos algunas reservas de fuerza dentro de nosotros. Pero “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46.1, énfasis añadido).

El problema de no apoyarse en la suficiencia de Cristo es que, en vez de eso, estamos confiando en nuestra autosuficiencia.

Confiar en Dios, mantener una estrecha comunión con Él, y conservarlo a Él —no a nosotros mismos— en el centro de nuestra vida, es la solución a las luchas que enfrentamos. No tenemos que confiar en nuestras escasas reservas, porque su fuerza es abundante y perfecta. Lo único que necesitamos es su suficiencia (2 Corintios 12.9). ¿Por qué conformarnos con una autosuficiencia efímera, cuando Dios nos ofrece mucho más?

 

Más Artículos