A menudo, la gente se mete en serios problemas por escuchar las voces equivocadas. Escuchar la voz correcta es muy importante. Entonces, al buscar un consejo hay que preguntarse: ¿Estoy buscando el buen consejo o el malo?, ¿qué clase de consejo quiero?, ¿quiero hablar con alguien que me diga lo que quiero escuchar o quiero saber la verdad? Mucha gente quiere una confirmación de lo que piensa y de lo que quiere hacer en vez de lo que quiere hacer Dios...Así que tenemos la promesa de la dirección de Dios en nuestra vida si lo escuchamos.
—Charles F. Stanley: “Cómo buscar el buen consejo”

De mi holgazana posición, salté al borde del mullido sillón, en alerta máxima. Mi terapeuta acababa de pronunciar las palabras: “Tienes que perdonar a tu padre”, y eso era lo último que yo quería escuchar.
“¿Por qué?” pregunté con incredulidad. Mi padre había muerto hacía veinticinco años, cuando yo era niño. Bien podría haber gritado a todo pulmón: “¿De qué va a servir hacerlo?”. Después de todo, me había abandonado dos veces: primero, cuando se divorció de mi madre; y luego, cuando terminó su batalla contra el cáncer.
“Porque eres como él”.
Nunca había estado más enojado con mi terapista que en ese momento, y habíamos tenido unos memorables enfrentamientos de palabras. Yo quería discutir, salir de la habitación hecho una furia —cualquier cosa, pero lo que terminé haciendo fue sentarme en silencio y considerar sus palabras.
Esa noche soñé con un niño pequeño que montaba un triciclo. La imagen se veía movida y distorsionada, como una reliquia cuando aparecieron los videos caseros. Un tremendo sentimiento de amor y afecto llenó mi corazón por este pequeño y dulce desconocido. Cuando me desperté, el Espíritu Santo me reveló de manera silenciosa, pero con toda claridad, que se trataba de mi padre.
No había nada más que decir. La información sobre su crianza había llegado a mí a pedacitos a lo largo de los años. Mi padre tuvo una infancia horrible, mucho peor que la mía. Una vez fue un niño pequeño, necesitado de un amor que no recibió. Me había dado lo que tenía, pero no era mucho, para empezar. Tuve que dejar ir mi ira.
Todos hemos estado en situaciones donde no queríamos escuchar lo que se nos decía. A mí me gusta que me halaguen, tanto como a cualquier otra persona. Pero la realidad es que si nos rodeamos solo de personas que dicen amén a todo, nos perderemos la realidad. Como dice el Dr. Stanley, lo importante no es lo que usted quiera oír. Necesitamos la verdad en nuestra vida y personas que puedan ayudarnos a identificarla.
Estoy convencido, sin reserva alguna de que, si hubiera salido de la consulta de mi terapista aquel día sin escucharla, no habría tenido ese sueño. Mi padre se ha ido; no hay nada que pueda esperar que me lo devuelva. Pero si creo en lo que dice la Biblia sobre el perdón, tengo que creer que Dios quiere sanarme.
Señor, ayúdame a escuchar.