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Ecos en la eternidad

Una madre descubre de primera mano que ninguna tragedia es en vano en el reino de Dios.

Tim Rhodes 2 de septiembre de 2023

Otro aborto espontáneo. Fue el período más oscuro que Laura Lynn Crouch había experimentado en su vida. Esta vez sucedió pocos meses después del embarazo, y sintió que su fe en Dios se desvanecía.

Fotografía por Audra Melton

Aunque había estado enraizada en el cristianismo desde la infancia, el miedo y los pensamientos de abandono se apoderaron de ella. Al discernir su confusión, su padre le compartió una predicación del Dr. Stanley. Ella recuerda haber sido tocada la primera vez que escuchó estas palabras: “Todos pasamos por circunstancias y situaciones difíciles en la vida. Pero sabemos que hay un sello de protección a nuestro alrededor. La mano de Dios, en última instancia, tiene el control absoluto y final”.

La predicación tuvo un efecto tan profundo que se convirtió en un recurso al que recurría cuando ministraba a otras personas. Así como su padre le había compartido el sermón, ella aprecia la claridad que ese mensaje ha dado a otras personas en momentos de necesidad: un amigo cuya novia falleció en un accidente, un familiar que pasaba por un doloroso divorcio, una sobrina que lucha con ciertas decisiones. Y la lista continúa.

“Dios está en todo”, dijo el Dr. Stanley en el sermón, “incluso en las cosas que causan dolor. Él está involucrado en cada aspecto de nuestra vida porque esa es la manera en que cumple su gran propósito en nuestra vida: conformarnos a la imagen de su Hijo” (cf. Ro 8.29).

Como un arroyo que atraviesa el paisaje, las palabras del Dr. Stanley siguen trayendo vida y refrigerio. “El principio de que Dios está con nosotros cambió mi visión de todo”, dice Crouch. “Él no desperdicia ni una lágrima. Utiliza todo ‘para bien’” (Ro 8.28).

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