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En mi visor: Glaciar en la Patagonia

La reflexión de esta semana en las fotos de Charles F. Stanley  

Kayla Yiu 30 de noviembre de 2022

La primera vez que vi un glaciar, se parecía mucho a este que el Dr. Stanley fotografió en un viaje a la Patagonia, excepto que yo estaba de aventura con unos amigos por los parques nacionales de Canadá, en Alberta. Hicimos el viaje hasta el glaciar Athabasca después de una caminata matutina, y uno de mis amigos señaló: “¡Ahí está!”. ¿Dónde? pensé. Lo único que veo es nieve. Aunque el paisaje que tenía delante de mí era sin duda hermoso, me preguntaba por qué se suponía que debía sentirme impresionada.

Fotografía por Charles F. Stanley

Años más tarde, llegaría a ver otro glaciar, esta vez en Alaska, y de cerca. Mi esposo y yo, junto a varios compañeros turistas, remamos en una gran canoa a través de un lago, y cuanto más nos acercábamos al borde del Mendenhall, más entendía. Este glaciar no era un gran montón de nieve, sino un dinámico laberinto de barrancos helados, decorados con todos los azules posibles.
Fotografía por Charles F. Stanley

Esta es una segunda fotografía del glaciar patagónico, pero de cerca, y se puede ver que es todo, menos común y corriente. El hielo está fracturado y es cavernoso, pintado de diversos tonos azulados y rayado con sedimentos antiguos. Contiene cuevas, cámaras, charcos y fracturas en cascada llamadas seracs, que cambian todo el tiempo. Este es el tipo de vista que me cautivó cuando atracamos nuestra canoa en las rocas de Mendenhall.

Los glaciares se desarrollan donde la nieve nunca se derrite del todo, algo típico en una depresión entre montañas. Antes de que la nieve de una temporada pueda descongelarse, cae la siguiente, lo que causa que las capas inferiores sean cada vez más densas. Con el tiempo, la presión de cientos de años de nevadas aprieta cada copo de nieve y expulsa el aire circundante, formando hielo glacial, mientras que su propio peso obliga a toda la masa a moverse poco a poco en dirección de la gravedad (aquí es donde se originó la frase “moviéndose a paso de glaciar”). El denso hielo absorbe la longitud de onda más larga de la luz, reflejando solo la más corta. Así que, cuanto más compactas se vuelven las partículas, más profundo es el azul que vemos.

Los glaciares se derriten con rapidez y pueden avanzar tan lento como un par de pies al año; otros, tan rápido como varios pies al día. 

Todo esto lo aprendí de nuestro guía, quien, una vez que nos pusimos los crampones en las botas, nos llevó a una caminata donde el hielo era resistente y seguro. Con el cambio climático actual, los glaciares se están derritiendo con rapidez y pueden avanzar tan lento como un par de pies por año; otros, tan rápido como varios pies al día. Por lo tanto, pueden verse un poco diferentes cada día. Es por eso que se requiere un profesional capacitado y con experiencia para explorar el terreno cambiante y las hendeduras profundas.

Qué equivocada había estado aquel día en Alberta, pensando que el abismo blanco era el principio y el fin de los glaciares, dando por sentado que no había nada más que ver o conocer, alejándome sin ser afectada. Pienso a menudo en ese momento, y me recuerda que debo mantener la curiosidad por el mundo natural, las personas en mi vida e incluso nuestro Dios. Me hace cuestionar mis otras suposiciones, tales como: Veo quién es mi amiga hoy, pero ¿en quién podría convertirse dentro de cinco años? ¿Qué juicios incorrectos podría yo estar haciendo sobre la situación de alguien? ¿Conozco en realidad a Dios tan bien como creo que lo conozco, o cada nueva circunstancia, cada posición desde la cual lo veo, me da un nuevo ángulo de su rostro? Una y otra vez, me sorprende lo que veo cuando avanzo y veo de cerca: las cosas son siempre más intrincadas, más matizadas y más ricas de lo que parecen.

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