Randy Crowe revisa los medidores de su pequeño avión de pasajeros mientras vuela hacia un horizonte infinito. A bordo hay un trío de viajeros que hablan acerca de un par de días ajetreados en las Bahamas.
Fotografía por Ben Van Hook
La vida en una isla de las Bahamas no es tan despreocupada como uno pensaría. La mayoría de las islas carecen de comodidades modernas y acceso fácil a productos esenciales. Y comunidades enteras, todavía afectadas por un huracán de categoría 5 en el 2019, están a la espera de suministros y ayuda para recuperar la sensación de normalidad.
Después de haber sido pastor de cuatro iglesias en el sureste de los EE. UU. y en Man-O-War Cay, Crowe sintió el deseo de jubilarse. Él y su esposa Paula se mudaron a New Smyrna Beach, Florida, con el sueño de ver a sus nietos con regularidad. Pero meses más tarde, el huracán Dorian azotó el Caribe.
Cuatro años después, Crowe y Laura están comprometidos con las islas de las Bahamas. Vuelan allí con regularidad, aunque siguen viviendo en la Florida. El progreso es lento, pero encuentran un propósito gratificante en su servicio al pueblo de las Bahamas.
Crowe transporta grupos que evangelizan y herramientas y artículos de primera necesidad para los habitantes de las islas.
Casi cinco años después de lo que parecía su jubilación, Crowe se siente más activo que nunca. Sus décadas de servicio lo han preparado para coordinar los esfuerzos ministeriales. Ve su papel como un eslabón de una larga cadena de apoyo.
Y al entender ahora cómo el Señor lo ha estado preparando todo este tiempo, no tiene planes de renunciar pronto a sus alas.
