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Del corazón del pastor

El poder de Dios puede cambiar hasta lo inimaginable.

“Estoy orando por ti”.  

¿Cuántas veces ha escuchado estas palabras? ¿Cuántas veces usted mismo las ha dicho y se ha preguntado si sirven de algo?  

Queremos que sepa que sus oraciones son muy importantes. Eso es algo que el Dr. Stanley dejó claro en la forma reflexiva en la que abordó la oración a lo largo de su vida.  

Esto queda patente en las palabras de aliento que compartimos este mes. 


¿Alguna vez ha orado por alguien y ha visto cómo su vida florece? ¿O ha sabido que un amigo intercedía por usted y creyó que la fuerza que sentía se debía a sus oraciones?  

Sé que muchas personas han orado por mí a lo largo del tiempo. Varias de ellas, en particular, han pasado años elevándome al Padre. 

Una de ellas fue mi madre, Rebecca Stanley. Cuando era niño, ella solía clamar mi nombre a Dios mientras nos arrodillábamos junto a la cama, pidiéndole que me guiara y protegiera.  

Otro es un hombre muy querido que sé que se levanta cada día antes del amanecer y ora por mí largo y tendido. ¡Qué increíble regalo de amor! Mi gratitud hacia estos santos que oran es inexpresable. Dudo que yo pudiera servir a la iglesia de Dios de la misma manera sin su apoyo. 

Por supuesto, todos hemos orado por alguien y no hemos visto ningún efecto evidente. Pero eso no es desde luego una razón para dejar de orar. Dios ha elegido obrar a través de las oraciones de su pueblo. 

Las Sagradas Escrituras confirman que debemos orar “por todos los hombres” (1 Ti 2.1), lo que incluye a los demás (Ef 6.18), a los pastores (Ef 6.19), a las personas que aún no han respondido al llamado de Dios para servir (Mt 9.38), a los incrédulos (Ro 10.1), a los que están en autoridad (1 Ti 2.1, 2) y a nuestros enemigos (Mt 5.44).  

La oración intercesora es la vida del creyente. Entonces, ¿cómo oramos por quienes nos rodean, de modo que nuestras palabras no sean solo pronunciadas por obligación, sino que llamen la atención de Dios y traigan un cambio real y bendición?  

He aquí algunos principios para una intercesión eficaz: 

Primero, ore desde un corazón lleno de amor y compasión.  

Este es el corazón de nuestro Salvador y debería ser el nuestro cada vez que intercedemos por alguien. Si tenemos un problema con la persona por la que estamos orando, Dios comenzará tratando nuestro corazón primero, para que podamos orar con preocupación y amor genuinos. 

Segundo, reconozca que nuestras oraciones son el vínculo entre Dios y la necesidad de esa persona. 

Esto significa que nos identificamos con las personas por las que oramos y nos involucramos a nivel personal en su solución. Sabremos que estamos involucrados a nivel personal cuando estemos dispuestos a ser parte de la respuesta. 

En tercer lugar, ore sinceramente por el mayor bienestar.  

Aunque no siempre resulta sencillo, si aspiramos a orar de manera eficaz por otra persona, debemos renunciar a nuestros propios deseos respecto al desenlace. Esta renuncia se vuelve aún más desafiante cuando existe un vínculo cercano con la persona por la que oramos.  

Se requiere un profundo sentido de entrega para interceder de esta forma por un cónyuge o un hijo, por ejemplo. Sin embargo, cuando depositamos nuestra confianza en Dios, podemos aceptar sus designios, con la certeza de que su sabiduría y su amor superan con creces los nuestros. 

Por último, debemos estar dispuestos a perseverar incluso cuando, en apariencia, no hay respuesta alguna.  

Es posible que tengamos que esperar años para ver resultados visibles. A veces, puede que no veamos la respuesta en absoluto, pero podemos consolarnos sabiendo que Dios nos escucha y responde con sabiduría, en su momento.  

A medida que persevere en la oración, es posible que vea el extraordinario poder de Dios provocando cambios que nunca creyó posibles. 

La oración es un privilegio precioso que Dios le ha concedido para marcar la diferencia en la vida de otra persona.  

En este lado del cielo, no se sabe lo que Él hará cuando usted tome en serio estos sencillos principios y los aplique a sus oraciones. 


Estamos agradecidos de poder acompañarle en este camino de fe, y queremos que sepa que también está en nuestras oraciones.  

Que Dios le fortalezca cada vez que eleva a otros hacia Él, y que experimente la profunda alegría que proviene de ser parte de la obra del Señor en la vida de otras personas.  

Hasta la próxima, que Dios le bendiga. 

 
 

Para la gloria de Dios, 

Sus hermanos de Ministerios En Contacto