El Señor Jesús, la Luz del mundo, nos dijo a sus seguidores que fuéramos también luz. Debemos brillar para que la gente se sienta atraída por Aquel que habita en nosotros.
La luz brilla más eficazmente cuando no se oculta. Como cristianos, debemos ser transparentes en cuanto a nuestra fe y dependencia del Señor. Lo que somos en privado debe coincidir con lo que somos en público. Eliminar hábitos y prácticas pecaminosas iluminará nuestro testimonio del Señor Jesús. La luz revela lo que hay en la oscuridad, así como lo que falta. El Espíritu Santo usará nuestras acciones para hacer brillar la verdad en la vida de otros y revelar su necesidad del Salvador.
La luz también sirve para guiar y advertir. Al obedecer la guía del Señor, podremos ayudar a otros a comprender quién es Dios y cuánto les ama. También podemos funcionar como linternas para advertir a las personas de los peligros que hay en su camino. Finalmente, nuestras interacciones deben traer calidez a través de una actitud de aliento y de acciones de servicio.
Para tener un impacto fuerte, debemos reflejar la luz del Hijo de Dios. Crecer en semejanza a Cristo es la clave. Brille su luz dondequiera que esté, en especial en su hogar, lugar de trabajo y comunidad.
Biblia en un año: DEUTERONOMIO 1-2
