Todos pasamos por problemas. Ya sea una crisis económica o de salud, o algún trauma, todos pasaremos por dificultades en algún momento. Como creyentes, nuestro primer impulso debería ser orar, y la manera como lo hacemos es importante.
Nuestras conversaciones con Dios se centran a menudo en problemas; sin embargo, muchos hombres y mujeres del Antiguo Testamento no se dedicaban a presentarle al Señor una lista de dificultades, sino que acompañaban sus peticiones con adoración. Por ejemplo, en el pasaje de hoy David alaba a Dios por su protección, incluso cuando implora refugio. Saldremos de nuestro tiempo de oración con vigor y confianza si, en vez de concentrarnos en nuestra dificultad, reconocemos la capacidad de Dios para manejar lo que se nos presente.
Otra manera de afrontar los retos es invitando a otros a apoyarnos en oración. Esto requiere valentía, en especial para quienes son reservados. Pero puede ser una experiencia fortalecedora y alentadora escuchar a otra persona interceder por nosotros. Además, Dios puede proporcionar una solución a través de uno de nuestros compañeros de oración.
Nuestro Padre celestial siempre está dispuesto a ayudarnos. Podemos estar seguros de que Él nos mostrará cómo enfrentar nuestras dificultades, ya sea a través de otra persona, de su Palabra o de su voz en nuestro corazón.
Biblia en un año: Salmos 76-78