¿Sabía usted que es posible creer que hemos perdonado y aun así guardar resentimiento? Podríamos decir que todo está bien, pero nuestro espíritu carente de perdón permanece hasta que liberemos a la otra persona del mal que hizo. Gracias a Dios, hay una manera de seguir adelante:
- Primero, reconozca su espíritu no perdonador y decida cambiar su corazón hacia la otra persona. El proceso de sanidad comienza con el arrepentimiento.
- Luego, libere su control sobre la deuda que siente que tiene la otra persona con usted.
- Reconozca que la falta de la otra persona ha dejado al descubierto un área de debilidad en usted.
- Por último, recuerde lo mucho que Dios le perdona.
Al Señor le entristece ver a sus hijos aferrarse a un espíritu no perdonador, porque la deuda emocional nos inmoviliza. Nos quedamos paralizados por nuestra propia desconfianza, resentimiento e inseguridad, que solo construyen muros que dejan fuera a familiares y amigos. En contraste, el deseo de Dios para nosotros es liberarnos de la amargura. Él quiere vernos reconciliados con nuestro ofensor e incluso que mostremos una aceptación tierna y amorosa. El Señor nos llama a perdonar. Aunque puede ser difícil, es posible porque Cristo vive en nosotros (Ga 2.20).
Biblia en un año: 1 Samuel 1-3