Cuando venimos a Cristo en arrepentimiento y fe, todos nuestros pecados son perdonados. Nunca se nos echarán en cara porque Cristo llevó nuestro pecado y nuestra culpa a la cruz, y cargó por nosotros el castigo de la ira de Dios. Al confesar y arrepentirnos de nuestros pecados, no hay razón para aferrarnos a la culpa o vivir avergonzados.
Satanás siempre busca oportunidades para acusarnos. A veces sus acusaciones están relacionadas con transgresiones que ya le hemos confesado al Señor. En tales casos, Dios ya nos ha perdonado; sin embargo, también debemos perdonarnos a nosotros mismos; de lo contrario, seguiremos siendo vulnerables al tormento por la culpa y por la condenación de Satanás.
Entonces, ¿cómo podemos saber de dónde proviene un sentimiento de culpa? La reprensión dada por Dios se enfoca en una acción o actitud pecaminosa específica, mientras que las acusaciones del enemigo suelen ser generalizadas y tienen el propósito de degradarnos para que vivamos avergonzados e inseguros del amor de Dios.
Ya sea que su sentimiento de remordimiento sea verdadero o falso, debe ser tratado rápidamente —el sentimiento no se irá sin más. Así que, deje de huir y enfrente el origen de su culpa. Es hora de poner fin a su cautiverio y empezar a andar en el gozo del perdón de Dios.
Biblia en un año: Hechos 21-22