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Kauai, Hawái. Fotografía por Charles F. Stanley.
Meditación diaria

Comunión con nuestro Señor

No deje que el ajetreo de la vida diaria le robe el gozo y la plenitud que proviene de pasar tiempo con Dios.

29 de mayo de 2024

1 Juan 1.1-3

Génesis 1.26, 27 enseña que Dios nos creó a su imagen. Sin embargo, como resultado de la transgresión de Adán, el pecado entró en el mundo y nos separó de Dios. Por eso, Cristo vino a restaurarnos y devolvernos a una relación con el Padre celestial. Gracias a que solo Cristo es santo, inocente e inmaculado (He 7.26), estaba calificado para llevar nuestros pecados a la cruz. Cuando aceptamos la obra del Señor Jesús a nuestro favor, reconocemos su señorío sobre nuestra vida. En ese momento somos adoptados en la familia de Dios (Ef 1.4, 5).

Tome un momento para reflexionar sobre el sacrificio de Cristo. El Único sin pecado, asumió los pecados de la humanidad, pasados, presentes y futuros, para salvarnos de la separación eterna del Padre. Dio su vida para que pudiéramos reconciliarnos con Dios y vivir con Él para siempre. Al reflexionar sobre esta asombrosa demostración de gracia y amor, nuestra respuesta debería ser un fuerte deseo de pasar tiempo con Él.

Hijo de Dios, usted fue diseñado para tener una dulce comunión con su Padre celestial. Cristo murió para que pudiéramos formar parte de su familia. ¿Qué tan fuerte es su necesidad de estar en comunión con Él? ¿Es mayor que el clamor de los eventos de la semana o pierde el rumbo en las exigencias de la vida diaria? 

Biblia en un año: NEHEMÍAS 11-13

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