La lectura del pasaje de hoy nos cuenta la historia de dos hermanos, uno de los cuales estuvo dispuesto a vender su primogenitura (la doble parte de la herencia de su padre) por un plato de sopa de lentejas. ¿Por qué quiso Esaú renunciar a una posesión tan valiosa por satisfacer una necesidad temporal? Según Hebreos, su insensata decisión surgió de un corazón impío (Heb 12.16). Esaú no valoraba lo que Dios le había dado, pues solo se preocupaba por sus necesidades inmediatas.
El problema con esta mentalidad es que no deja espacio para lo que tiene valor eterno, es decir, los asuntos de Dios. Por supuesto, a todos nos gusta pensar que tenemos suficiente sentido común e inteligencia para tomar buenas decisiones. Pero, como seguidores de Cristo, debemos confiar en la sabiduría del Señor en lugar de la nuestra.
Si para usted lo más importante son sus necesidades y los deseos inmediatos, pídale al Señor que le ayude a entender lo que quiere para su futuro. Lea su Palabra y pídale que le guíe hacia una senda que glorifique a Dios por la eternidad. Como le ocurrió a Esaú, ciertas decisiones que usted tome tendrán consecuencias a largo plazo. Así que, confíe en el Señor y considere con cuidado el resultado eterno antes de dar un mal paso.
Biblia en un año: Job 1-4