Aunque es difícil sentirse bendecido en medio del sufrimiento, Cristo afirmó que lo somos. Su perspectiva no es como la nuestra: Él valora nuestro sufrimiento por causa de su nombre, pues este...
Prueba nuestra fe. Aprendemos la profundidad de nuestra fe a través de las pruebas. Cuando perseveramos, comenzamos a comprender que, con la ayuda de Dios, podemos mantenernos firmes y obedientes. También aprendemos la magnitud de su fortaleza para sostenernos.
Purifica nuestra vida. El sufrimiento nos impulsa a buscar los brazos del Señor y cambia nuestro enfoque. A medida que nos acercamos más a Él, el Señor nos hace conscientes de nuestros pecados, algunos relacionados con nuestra prueba y otros no, de los cuales debemos arrepentirnos.
Nos prepara para un servicio mayor. La adversidad derriba nuestra autosuficiencia y orgullo, actitudes que restringen nuestra utilidad para el Señor. El orgullo cae cuando reconocemos que no podemos seguir a Cristo por nosotros mismos.
Una vida sin problemas no siempre indica bendición. Por eso, “no os sorprendáis del fuego de prueba…” (1 P 4.12). Si la adversidad fortalece la fe, purifica el corazón y prepara para un mayor servicio, agradezcamos al Señor cómo la usa en nosotros.
BIBLIA EN UN AÑO: ISAÍAS 54-57