El Señor fue el modelo perfecto de servicio. “Se despojó a sí mismo tomando la forma de siervo... se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte” (Fil 2.7, 8). En otras palabras, Jesucristo puso a un lado su naturaleza divina para redimirnos y salvarnos de nuestros pecados.
En el versículo 5, Pablo nos dice que nosotros también debemos tener esa actitud. Pero no se nos llama a sacrificarnos por la salvación de la humanidad. Entonces, ¿es posible que podamos llegar a ser tan humildes? Sí, al negarnos a dejar que nuestra necesidad de seguridad absoluta nos impida acercarnos y, lo que es más importante, amar y aceptar a quienes nos rodean.
Como cristianos, sabemos que otros aún no han aceptado la realidad y la promesa del evangelio. Hágase esta pregunta: ¿Cómo se acercaría el Señor a ellos? El pasaje de hoy nos lo dice: era Dios, pero se despojó a sí mismo. Se acercó con amor y humildad para encontrarse con otros justo donde estaban.
Al igual que Cristo, nosotros podemos acercarnos a los demás con amor y misericordia. Es una manera de sacrificarnos. Aunque nuestra obediencia no nos llevará a una muerte física, debemos morir a nuestro antiguo estilo de vida para que otros puedan conocer a Cristo y experimentar la vida abundante que Él ofrece.
Biblia en un año: SALMOS 19-22
