En un momento u otro, la decepción nos afecta a todos. Pero si nuestras esperanzas se desvanecen de manera repentina, podríamos hundirnos con facilidad en el desánimo. Eso es lo que le ocurrió a Pablo en el pasaje de hoy. Bajo una avalancha de aflicciones, se vio sobrecargado más allá de sus fuerzas, al punto que acabó perdiendo “la esperanza de salir con vida” (2 Co 1.8 LBLA).
¿Se ha sentido usted así alguna vez? Cuando se sienta desanimado por las dificultades de la vida, manténgase enfocado en el Señor. Él tiene propósitos más elevados de los que usted puede ver desde su punto de vista estando en el valle de la desesperación. Pablo lo llama “Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Co 1.3). Y muchas veces utiliza a su pueblo para consolarnos y orar por nosotros en tiempos de necesidad.
Pero si nos limitamos a pensar en nuestros reveses, responderemos de manera pecaminosa. Podríamos culpar a otros o incluso acusar a Dios por permitir nuestra prueba. Si nos centramos en lo que queremos, y no en lo que tenemos, veremos al Señor como injusto. La ira no tarda en aparecer cuando arremetemos contra los demás y contra a Dios.
El consuelo de Dios está disponible cuando aceptamos nuestros reveses y ponemos nuestra esperanza en Él, en vez de hacerlo en nuestros sueños rotos.
Biblia en un año: Proverbios 5-8
