¿Ha intentado usted alguna vez hacer algo que no había hecho desde hacía tiempo, como manejar una bicicleta, tocar el piano o hablar francés? Tal vez se haya sorprendido al encontrarse tropezando un poco. Cuando no practicamos con regularidad una habilidad, podemos comenzar a perder destreza.
Del mismo modo, si no hacemos ejercicio con regularidad, perdemos fuerza muscular. Algunas máquinas comienzan a oxidarse y dejar de funcionar si no se usan. Los alimentos y los medicamentos tienen una vida útil limitada. Ya sabe lo que se dice: Lo que no se usa se atrofia.
No basta con identificar nuestros dones espirituales: tenemos que utilizarlos y ser buenos administradores de ellos. Dios nos dio los dones que tenemos con un propósito. La parábola de los talentos nos muestra lo que sucede cuando “enterramos” lo que Dios nos ha dado: no solo lo deshonramos, sino que también perdemos el gozo de cumplir nuestro propósito y experimentar la vida abundante que el Señor Jesús prometió (Jn 10.10).
Los padres se enorgullecen de ver a sus hijos crecer en mente y cuerpo a lo largo de los años. De la misma manera, nuestro Padre celestial se deleita al ver un corazón humilde dispuesto a servirle (Col 3.22, 23). No se pierda de este momento con Él: ¿cómo usará hoy sus dones para servir a su reino?
Biblia en un año: Jeremías 12-14