¿Alguna vez se ha visto usted atrapado en un “ciclo de culpabilidad”? Confiesa el pecado, le dice a Dios que se arrepiente decenas de veces, pero todavía se encuentra repitiendo los mismos pecados. Es fácil desanimarse, pero Dios promete: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn 1.9).
Dios cumple su parte de esa promesa. Cuando confesamos de verdad, Él nos perdona. El Salmo 103.12 ofrece esta descripción tranquilizadora de su perdón: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.
Entonces, ¿cómo confesamos de verdad? La confesión auténtica significa ponernos de acuerdo con el Señor en cuanto al pecado, y está unida de manera inseparable al arrepentimiento; son las dos caras de la misma moneda. En griego, arrepentirse significa literalmente “cambiar de mente”, por lo que arrepentirse es dar la espalda al mal y cambiar nuestras acciones.
En términos prácticos, confesar y arrepentirse requiere la decisión intencional de decir: “Por el poder del Espíritu Santo, me apartaré”. Satanás seguirá tentándole, y el fracaso sigue siendo una posibilidad. Pero Dios puede romper las cadenas de su pecado, y quiere liberarle para que disfrute la vida abundante (Jn 10.10).
Biblia en un año: Lucas 20-22