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Sermón de TV

No hay amor mayor que éste

El Dr. Stanley comparte cómo la Biblia es realmente la historia del amor redentor de Dios por la humanidad.

31 de diciembre de 2022

Nuestra sociedad usa para todo la palabra “amor”. Pero Cristo dijo en Juan 15.13: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. En este mensaje, el Dr. Stanley explica que la Biblia es la verdadera historia del amor redentor de Dios por la humanidad.

Bosquejo del Sermón

NO HAY AMOR MAYOR QUE ÉSTE
PASAJE CLAVE:
Juan 13.34, 35 | Juan 15.12, 13
LECTURAS DE APOYO: Mateo 20.28 | Marcos 8.34 | Juan 3.16 | Efesios 5.2
INTRODUCCIÓN

Amor es una palabra usada a la ligera

La usamos para describir lo que sentimos por nuestros familiares, distracciones, platillos favoritos, programas de televisión y muchas otras cosas; también expresa nuestro afecto, cariño o inclinación hacia una persona. En la actualidad se define casi siempre en términos de las emociones que experimenta una persona o de los beneficios que disfruta al ser objeto del amor y no en lo que quiera demandarle quien le ame. Sin embargo, la Biblia define este concepto en términos de acciones concretas, es decir, de sacrificios.
El Señor Jesús lo expresó, al decir: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn 15.13), y luego instruyó a sus discípulos con las siguientes palabras: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Jn 13.34). La manera en que tratemos a otros demostrará al mundo que somos seguidores de Cristo.
DESARROLLO DEL SERMÓN
Cuatro aspectos del amor
El griego, el idioma en el que fue escrito el Nuevo Testamento, tiene palabras específicas para designar los distintos aspectos del amor: éros habla de pasión pasajera, sensual o romántica; storgué, para referirse al afecto natural, como el de una madre por su hijo o viceversa; filéo, la relación estrecha entre amigos; y ágape, el amor que se niega a sí mismo por el bien de otros.

Este último es el que más se usa en la Biblia para caracterizar el amor de Dios por la humanidad, como lo expresa el conocido pasaje de Juan 3.16. Por otra parte, fue el aspecto que el Señor tenía presente al decir a sus discípulos que deberían amarse unos a otros. Abarca, también, la disposición del mismo Cristo que lo llevó a entregarse a sí mismo como sacrificio por nuestros pecados para otorgarnos la salvación (Ef 5.2).
Demostraciones concretas del amor de Cristo
En Juan 15.12 el mismo Señor amplía el significado del amor que Él demandaba de sus discípulos, al decirles: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado”. ¿Cómo amó Cristo?

  • Desinteresadamente y sin egoísmo. Nuestro amor no debe estar centrado en lo que alguien pueda hacer por nosotros sino en cómo podremos beneficiarnos y bendecirnos unos a otros. Es decir, que debemos tener la misma actitud que Él tuvo ya que “no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20.28).
  • Siendo comprensivo. Él conocía el trasfondo y las limitaciones de sus seguidores y comprendía que a veces eran temerosos y débiles, y por eso les demostró compasión cuando fracasaban. También nosotros hemos de esforzarnos por considerar a quienes no nos traten bien o que vivan en pecado. En lugar de juzgarlos debemos preguntarnos: ¿Qué clase de vida tuvieron en el pasado? ¿Cómo los educaron sus padres? ¿En qué trabajan? Siempre hay alguna razón por la que algunos se rebelan contra Dios. Esforzarnos por entender su situación no altera su relación con Dios, pero podrá ayudarnos a comprenderlos y amarlos como Él nos lo ordena.

Por ejemplo, ¿cómo trató el Señor a Pedro cuando éste le preguntó cuántas veces debería perdonar a su hermano, con un tono de orgullo? El Señor no lo reprendió sino que, conociendo su carácter impulsivo, le contestó pacientemente: “Setenta veces siete”. Si deseamos demostrar amor genuino e interesarnos por alguien con el fin de ayudarle, debemos ser comprensivos de su situación.

  • Dispuesto a perdonar. Una persona que ama genuinamente también sabrá perdonar. Quizá alguien diga: “Usted no sabe lo que me hizo tal o cual”. ¿Cuántas veces hemos pedido perdón a Dios por haber cometido un pecado en repetidas ocasiones? ¿Acaso Él nos ha dicho: “Una vez más, y será la última”. ¡Jamás! Él siempre nos perdona. ¿Qué derecho tenemos para no perdonar una ofensa? Recuerdo que un creyente me dijo que iba a visitar una cárcel para hablar del evangelio al que, conduciendo borracho, había matado a su madre la semana anterior.

Al pensar en alguien rencoroso veo que se trata de una persona amargada. Y perdonar no es fácil, pero todo resentimiento trae consecuencias serias. Si nos aferramos a mantener un espíritu amargado nuestra salud lo resentirá, no solo nuestra relación con Dios y los demás. Pero el Señor está dispuesto a borrar ese pecado. No olvidemos esto la próxima ocasión que Él nos demande que tengamos misericordia con alguien que la necesita.

  • Dispuesto a sacrificarse. En Marcos 8.34 Él mismo dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. La expresión suprema del amor es estar dispuesto a dar la vida a favor de otro. Quizá no tengamos que morir para salvarle, pero el amor genuino casi siempre demanda cierto grado de sacrificio. Aunque nosotros jamás podremos duplicar la muerte expiatoria de Cristo en la cruz, podemos negarnos a nosotros mismos y servir a otros con amor.

Este tipo de amor puede ser muy doloroso. En los matrimonios en los que es muy difícil agradar a uno de los cónyuges, puede haber sufrimiento que a la postre resulte en rechazo total. Pero quienes están dispuestos a sacrificarse no se enfocan en lo que puedan sacar de esa relación; se esfuerzan por hacer lo mejor de su parte en beneficio del otro. Sin embargo, recordemos que el amor no necesariamente quiere decir complacer al cónyuge en todo lo que quiera y demande. En lugar de eso, el afecto genuino y profundo decide dar solo aquello que en última instancia beneficie al ser amado.
REFLEXIÓN

  • ¿Ha habido alguna persona que le haya demostrado el amor de Dios para con usted? ¿Puede usted mencionar alguien a quien haya amado genuinamente al grado de estar dispuesto a sacrificarse a su favor? A menos que usted lo haya experimentado, jamás podrá conocer el gozo verdadero que trae consigo amar a otros con la clase de amor que Dios espera que sintamos.

Quizá se haya sentido desolado, pero si ha recibido el don de la salvación recuerde que el amor del Padre está siempre a su disposición. Así como Cristo entregó su vida en la cruz, usted y yo podemos reconciliarnos con Dios y gozar de su afecto divino. Acérquese a Él y pídale que llene su corazón de su amor infinito y perfecto.

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