Saltar al contenido principal
Sermón de TV

Vayamos hacia la madurez

¿Está madurando en la fe?

12 de agosto de 2023

En este mensaje, el Dr. Stanley nos dice que estaba predeterminado que fuéramos salvos para crecer y conformarnos a la semejanza de Jesucristo. Como creyentes, si no crecemos, algo anda mal con nosotros. El Dr. Stanley nos enseña cómo juzgar, probar y medir nuestro crecimiento como cristianos. También explica cómo podemos cambiar nuestras conversaciones, nuestra conducta y nuestro carácter.

Bosquejo del Sermón

VAYAMOS HACIA LA MADUREZ

PASAJE CLAVE: 2 Pedro 3.14-18

LECTURAS DE APOYO: Juan 3.16 | Romanos 8.29 | Hebreos 10.25 | 2 Pedro 2.1-3, 14, 17, 18

INTRODUCCIÓN

Crecimiento espiritual

Cuando un niño nace comienza a crecer de manera natural. Pero si por alguna razón no crece, nos damos cuenta que algo anda mal. Lo mismo sucede con cada uno de nosotros que hemos nacido de nuevo como hijos de Dios. Sin importar la edad que tengamos en el momento en el que somos salvos, debemos continuar creciendo espiritualmente hasta que seamos llamados a la presencia de Dios. Nadie puede afirmar que ha llegado a un punto en el que no necesita seguir creciendo. Si nos estancamos en ese crecimiento, no solo nos quedaremos con la madurez que antes teníamos, sino que comenzaremos a retroceder en nuestra relación personal con el Señor.

¿Cómo podemos saber si estamos creciendo espiritualmente? Esto no es algo que se pueda medir con algún instrumento físico. Tampoco puede ser determinado por los pecados que rechazamos o por las prácticas religiosas que observamos a diario. Aunque todo eso puede ser considerado como evidencias de crecimiento, la madurez genuina es determinada por nuestra comunión íntima con el Señor.

DESARROLLO DEL SERMÓN

Desde la perspectiva de Dios el crecimiento espiritual es crucial. Pedro nos dice: “creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P 3.18). Esto significa una acción continua de crecimiento.

¿Por qué debemos esforzarnos por crecer en Cristo? Porque...

  • Dios ha predeterminado que crezcamos. Esta es su voluntad para nuestra vida, que seamos “hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Ro 8.29). De manera que, solo podemos medir nuestro crecimiento espiritual determinando lo parecidos que seamos a Cristo en nuestras manera de hablar, ser y conducirnos.

  • El crecimiento espiritual nos protege. Pedro nos advierte que debemos estar atentos para no ser arrastrados por el error (2 P 3.17). Es al crecer en nuestro conocimiento de Cristo y en la verdad de la Palabra de Dios, que podemos llegar a reconocer el engaño y las falsas doctrinas.

  • Dios se interesa en la relación personal que tenemos con Él y desea nuestra santificación. Una vida santificada es aquella que crece en santidad, justicia y obediencia al Señor. No desea privarnos de lo que nos parece divertido, sino protegernos de las consecuencias del pecado.

¿Por qué dejamos de crecer en la fe? Por...

  • Falta de instrucción. Después de entregar nuestra vida a Cristo, debemos aprender acerca de cómo madurar en la vida cristiana.

  • Poca lectura de la Biblia, oración y asistencia al templo. Para crecer debemos nutrirnos, y es la Palabra de Dios la que nos sustenta.

  • La influencia negativa de otros. Si imitamos el ejemplo de otros o escuchamos los malos consejos en vez de acudir a la Palabra de Dios, fácilmente nos desviaremos y dejaremos de crecer.

  • Incertidumbre sobre nuestras creencias. Si no estamos seguros de las enseñanzas de la Biblia y solo adoptamos las ideas de otras personas, nos alejaremos de Dios. Por eso es crucial que llenemos nuestra mente con la Palabra del Señor.

  • Las tentaciones de este mundo. Aquello que el mundo nos ofrece nos parece atractivo, pero puede llegar a impedirnos que prestemos atención a lo realmente importante. Si no protegemos nuestra mente y nuestros ojos, el diablo buscará oportunidades para engañarnos.

  • Dudas acerca de Dios. Cada vez que dudamos de la voluntad de Dios, comenzamos a basar nuestras decisiones en lo que creemos que es bueno, en vez de depender de su dirección. Debemos tener cuidado, pues la desobediencia nos aleja de los caminos de nuestro Padre celestial.

  • Tentaciones. Si cedemos ante las tentaciones, estas vendrán a ser cargas pesadas, las cuales nos impedirán crecer. Pero el arrepentimiento nos libera, al cortar las cadenas que nos ataban.

¿Cuáles son las evidencias del crecimiento?

Si en verdad estamos creciendo, entonces . . .

  • Reconocemos nuestros pecados y debilidades. Somos más sensibles a todo lo que no corresponde a la vida que hemos recibido de Cristo.

  • Respondemos al pecado con un arrepentimiento inmediato. En vez de esperar al final del día para venir ante el Señor, nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados en el momento en el que nos damos cuenta lo que hemos hecho.

  • Nos regocijamos en medio de las batallas espirituales. Si somos capaces de dar gracias a Dios en medio de las pruebas y descansamos en su poder, es porque estamos creciendo.

  • Vemos las pruebas y las tentaciones como oportunidades para crecer. Confiamos en Dios para que nos guíe en medio de las dificultades y que nos permita reaccionar con sabiduría.

  • Vemos el servicio a Cristo como un gran honor y no como una carga, pues valoramos lo que el Señor desea que hagamos, y vemos el servicio como un medio para exaltarle.

  • Reconocemos que todo proviene de Dios. Todo lo que viene a nuestra vida es aprobado por Él. Si nos damos cuenta de eso, no nos enojaremos, ni nos llenaremos de resentimiento contra otros.

  • Dedicamos más tiempo para alabar y adorar al Señor. Nos deleitaremos al congregarnos con otros creyentes, con el propósito de alabar a Dios.

  • Tenemos un deseo creciente de obedecer a Dios y dejar a un lado el pecado. Si somos más semejantes a Cristo, también desearemos aquello que Él quiere.

  • Contamos con el deseo ferviente de contar lo que Cristo hace en nuestra vida. No podremos callarnos, ni dejar de testificar.

  • Reconocemos la presencia de Dios en nuestra vida. Recordamos siempre que el Señor está presente en lo que hacemos.

  • Apartamos tiempo para orar y leer la Biblia. Cuando tenemos presente que no podemos crecer sin alimento espiritual, estamos prestos para orar y alimentarnos de la Palabra de Dios.

  • Deseamos estar a solas con el Señor cada día. Nos regocijamos en tener un encuentro con Él a diario.

  • Deseamos dar de lo que tenemos. Dios nos da en todo momento; es por eso que, al crecer en semejanza a Cristo, también venimos a ser dadores alegres.

  • Sentimos hambre y sed por el Señor. Comprenderemos que solo Cristo nos satisface.

  • Sentimos el amor de Dios. Mientras más nos acercamos al Señor, más aceptamos el amor que nos ofrece.

REFLEXIÓN

  • Al analizar su manera de vivir, ¿puede afirmar que sus conversaciones, conducta y carácter reflejan a Cristo? ¿Se aferra a un pecado que le impide crecer o acercarse al Señor?

  • ¿Cómo se alimenta espiritualmente? ¿Qué pasos debe dar para asegurarse de que cada día se alimente de la Palabra de Dios?

  • Al vivir concentrados en nuestras actividades diarias, no podemos mantener el enfoque en las metas que el Señor ha trazado para nosotros. Dedique unos minutos para pensar en lo que sucederá una vez que llegue a la presencia de Dios. ¿Qué cambios debe realizar para que pueda llegar ante Él como un cristiano maduro que nunca haya dejado de crecer espiritualmente?

Enlace de descarga

Explorar Otros Sermones