En el primer capítulo de la Biblia encontramos a Dios separando la luz de las tinieblas. Después, vemos un patrón a lo largo de las Sagradas Escrituras donde a la oscuridad se le identifica con el mal, y a la luz se le asocia con cosas buenas como la santidad y la verdad. Cuando el Señor Jesucristo vino al mundo se refirió a sí mismo como “la luz del mundo”. Luego, en el Sermón del monte, nos llamó a que también brillemos.