El dar y el recibir son partes importantes de nuestra temporada festiva de fin de año. En el Día de Acción de Gracias enfocamos nuestra atención en todas las bendiciones que hemos recibido durante el año. Pero aun antes de que el pavo y el pastel de manzana hayan desaparecido, comenzamos a hacer planes para la Navidad, y en cuanto a los muchos regalos que intercambiaremos. Todos hemos escuchado las palabras de Jesús en Hechos 20.35: “Más bienaventurado es dar que recibir”, pero ¿se ha preguntado usted alguna vez cuál es la razón?
La generosidad no es una característica con la que nacemos. Todos venimos a este mundo enfocados únicamente en recibir y tener satisfechas nuestras necesidades inmediatas, como puede asegurar cualquier padre de un recién nacido. Pero, con el tiempo, los niños comienzan a sentirse bien dando a otros. Es por eso que recogen flores silvestres para sus madres, y se las dan como si fueran un tesoro valiosísimo. De la misma manera, podemos aprender a sentirnos bien dando al Señor. Al principio, nuestras contribuciones pueden ser pequeñas, porque se basan en lo que pensamos que somos capaces de pagar. Pero a medida que experimentamos la fidelidad de Dios al proveer para nuestras necesidades, nuestra confianza crece y nos volvemos más dispuestos a dar con generosidad.
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En 2 Corintios 8.1-6, Pablo describe a un grupo de creyentes de Macedonia que habían aprendido esta verdad en carne propia. Cuando se enteraron de las necesidades económicas de la iglesia en Jerusalén, quisieron ayudar. Pablo utilizó el ejemplo de ellos para animar a la iglesia en Corinto a hacer lo mismo. Al aplicar los cuatro principios bíblicos que se encuentran en estos versículos, también nosotros podemos resultar bendecidos como lo hicieron los macedonios.
1. La generosidad no depende de la abundancia. A veces, pensamos que daríamos más si tuviéramos más. Pero, en realidad, si no somos generosos cuando tenemos pequeños ingresos, es poco probable que seamos caritativos cuando nuestros ingresos sean grandes. A juzgar por las apariencias, estos cristianos no tenían nada que pudieran dar. A pesar de que estaban viviendo en pobreza y pasando por una gran tribulación, tenían abundancia de gozo y un caudal de generosidad (2 Corintios 8.2). No sólo dieron voluntariamente lo que podían, sino además dieron más allá de su capacidad (2 Corintios 8.3).
2. La generosidad brota de un corazón compasivo. Tal vez la razón por la que los macedonios eran tan generosos era debido a que sabían lo que era vivir en pobreza y, al mismo tiempo, experimentar la fidelidad de Dios para con ellos. Después de que se enteraron de la situación de los creyentes en Jerusalén, sus corazones rebosaron con tal compasión que le rogaron a Pablo que les concediera el honor de participar en el apoyo que los creyentes de Jerusalén necesitaban (2 Corintios 8.4).
¿Cuán a menudo vemos el dar como un privilegio? Tal vez nos sintamos contentos comprando regalos en Navidad para nuestros seres queridos, pero, ¿nos entusiasma contribuir para la obra del Señor? ¿El paso del plato de la ofrenda o el anuncio de una necesidad en la iglesia crea en nosotros un sentido del deber, en vez de un espíritu de gozo? Recuerde que “Dios ama al dador alegre”; éste no da por obligación ni por sentimiento de culpa (2 Corintios 9.7).
3. La generosidad no se limita a las cosas materiales. A veces, en Navidad, limitamos nuestros regalos a las cosas que se les puede poner un lazo. Para algunos, esto podría llevarlos a gastar más de lo debido. Sin embargo, la deuda no es prueba de nuestro amor. Algunos de los mejores regalos no nos cuestan nada. Por ejemplo, dar de nuestro tiempo para servir a los demás o para escucharles y alentarles es una maravillosa manera de demostrarles amor. De la misma manera, podemos pensar que dar al Señor se limita a contribuir económicamente, pero la Biblia amplía esa perspectiva. Pablo dice que los macedonios “se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios” (2 Corintios 8.5). El Señor se deleita más en una vida obediente y rendida, que en las contribuciones hechos con un espíritu rebelde (Miqueas 6.6-8).
Darnos al Señor significa renunciar a nuestros derechos, preferencias y deseos para hacer su voluntad, cualquier que ésta sea. A veces, el Señor puede aguijonear nuestra conciencia para que demos dinero, pero también llevarnos a demostrar hospitalidad, ayudar a alguien, ofrecer palabras de aliento, o presentar el evangelio a quienes no conocen al Salvador.
4. La generosidad es potenciada por la fe. Cada dificultad en la vida es una oportunidad para aumentar nuestra confianza en Dios. Pero, a veces, somos reacios a confiar en Él cuando se trata de nuestro dinero, a pesar de que el Señor nos ha dado unas promesas maravillosas. Por ejemplo, Lucas 6.38 dice: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”. ¿Cómo debe sentirse el Señor cuando decimos: “Creo en la Biblia, pero no en lo que Dios dice en cuanto al dinero y en cuanto a dar”? ¿Ha fallado alguna vez el Padre celestial en cumplir alguna promesa de su Palabra? ¡No! Entonces, ¿por qué no confiamos en Él, y damos con gozo, liberalmente y con entusiasmo?
Recordemos que la generosidad es un atributo de Dios, y que cuando damos reflejamos su imagen en nosotros. Por tanto, en esta temporada navideña piense en todo lo que Dios le ha dado: aire para sus pulmones, el amor de la familia y de los amigos, el compañerismo de una comunidad de creyentes, las oraciones que Él respondió, y su fidelidad en el cumplimiento de sus promesas y en la provisión para sus necesidades. Permita que su gratitud se desborde en generosidad para con los demás, no sólo con dinero o cosas materiales, sino también con su tiempo y atención.