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Un momento de tranquilidad, aunque la vida no sea tranquila

Una guía de En Contacto para una mejor salud espiritual

Sunita Theiss and Personal de Ministerios En Contacto 18 de septiembre de 2023

Cuando usted piensa en un momento de tranquilidad, ¿le parece que la palabra “tranquilidad” es un término inapropiado? ¿Lucha con la sensación de que está fallando en su relación con Dios? Lo entendemos. También nosotros nos hemos sentido avergonzados por nuestras Biblias cubiertas de polvo, y por la ausencia de una vida de oración a lo largo del camino.

Ilustración por Xoana Herrera

La vida es dura. Tal vez usted vive en un hogar ajetreado, exigente e incluso complicado. O tal vez trabaje turnos seguidos intentando ganar lo suficiente para llegar a fin de mes. Pero a veces el problema es el ruido que hay en nuestro interior: la ansiedad, el dolor y la preocupación (entre otros factores) abruman nuestras mentes. La vida es dura y, como resultado, también muy ruidosa.

Cualquiera que sea la razón de nuestras vidas ruidosas y a menudo sobrecargadas, un momento de tranquilidad con el Señor es una de las primeras víctimas cuando estamos más ocupados. Sin embargo, es en esos momentos caóticos y con frecuencia nada tranquilos cuando necesitamos con mayor urgencia estar con el Señor.

No se puede negar la utilidad de los momentos de tranquilidad con Dios cuando podemos conseguirlos. Hay una razón por la que las palabras “tiempo de tranquilidad” se han convertido en un lema motivador de nuestros esfuerzos de discipulado. Aun así, nuestra incapacidad para tener esos momentos no tiene por qué ser motivo de vergüenza o frustración. Todavía es posible reunirse con el Señor en cualquier lugar y en cualquier momento.

Hemos preparado esta guía para ayudarle a sacar el máximo provecho de cualquier circunstancia en la que se encuentre. Nuestro objetivo no es equiparle para tener la cita “perfecta” con Dios, sino tan solo ayudarle a tenerla. 

Cómo pudiera ser ese “tiempo de tranquilidad” 

No hay una sola manera correcta de conectarse con el Señor. De hecho, podríamos dejar de lado la frase “tiempo de tranquilidad” y sustituirla por algo parecido a “tiempo de conexión”, ya que la tranquilidad está más allá de nuestro control.

El tiempo con Dios varía de una persona a otra, e incluso puede cambiar con las diferentes etapas de la vida. Pero, en general, el tiempo devocional en privado suele consistir en una mezcla de oración, lectura bíblica y adoración. Usted puede elegir utilizar un libro devocional, seguir un plan de lectura o volver a leer los pasajes favoritos y meditar en ellos. Algunos cristianos llevan un diario o escriben sus oraciones, mientras que otros oran en voz alta. Algunos se arrodillan; otros se sientan. En realidad, hay muchas maneras de pasar tiempo con el Señor.

En la era de las redes sociales y de los influenciadores, resulta muy fácil comparar nuestro tiempo personal con Dios con las fotos de otros con una Biblia y tomando café, y preguntarnos si lo estamos haciendo bien. O incluso cuando amigos, líderes de la iglesia o miembros de la familia nos hablan de su tiempo devocional matutino, nos apresuramos a preguntarnos: ¿Mi tiempo de quietud con Dios está a la altura del de ellos? Pero lo que hacen otras personas no debe dictar cómo usted toma su tiempo devocional.

Cuando pensamos en nuestro caminar con Dios, la idea de hacer “lo suficiente” o hacerlo “bien” puede ser un camino confuso, incluso peligroso. Permítanos ahorrarle algo de tiempo y angustia diciéndole la verdad: No, sus esfuerzos nunca serán suficientes. Porque “suficiente” nunca fue la idea.

Dios conoce su corazón 

Mucho más importante que la cantidad de tiempo que usted pase, es la calidad de su corazón para con Dios. Cinco minutos de humildad, dirigiendo con amor sus preocupaciones a Él y recibiendo su amor, es más beneficioso que cinco horas de disciplina espiritual basada en resultados.

Consuélese sabiendo que el Señor no está contando los minutos. Si usted desea pasar más tiempo en su Palabra, Él lo sabe. Si quiere orar más, Él lo sabe. En Marcos 12, el Señor Jesús estaba en el templo con los discípulos. Observaban a muchas personas poniendo dinero en el cofre de las ofrendas, incluso grandes sumas de dinero por parte de personas bastante adineradas. Luego, observaron a una viuda pobre que echaba dos pequeñas monedas en el cofre. El Señor Jesús dice a los discípulos que ella dio más que los ricos. (Mr 12.41-44)

En una época y en un lugar en los cuales las viudas no tenían la posibilidad de tener un ingreso, ella ofreció a Dios lo poco que tenía. En cambio, los ricos tenían abundancia para dar y —a diferencia de la viuda— no daban de una manera que pudiera haberlos dejado sin recursos. Se podría hacer una comparación similar con nuestro tiempo. ¿Acaso las muchas exigencias de su vida le permiten a usted dar solo una pequeña cantidad de cada día? Si dedica ese “tiempo libre” al Señor, Él ve su corazón y valorará muchísimo su tiempo.

Aunque no nos parezca mucho, Dios valora lo que le traemos a Él, porque se deleita en tener una relación con nosotros. Haga lo que pueda. Y cuando pueda, haga un poco más. Lo que buscamos es experimentar el nivel de conexión que es posible en nuestra vida, junto con la esperanza de crecer en nuestra capacidad con el paso del tiempo.

Piense en las relaciones que tiene con familiares y amigos queridos. La cercanía, la confianza y el amor no suelen crearse con grandes gestos ocasionales. Por el contrario, nos acercamos unos a otros en los pequeños ritmos cotidianos de hacer la vida juntos. Es estableciendo y contando con estos ritmos como la gente se siente segura y conocida.

Lo mismo sucede con nuestro Padre celestial. Él no quiere que tengamos tiempos de oración y adoración infrecuentes, sino que sean constantes y concentrados. Él solo desea que sigamos apareciendo con lo que tenemos para ofrendarle cada día.

Sea creativo con su tiempo 

Si su vida le parece demasiado ajetreada para dedicar “de una sola vez” un tiempo tranquilo a la oración, sea creativo. Explore cómo puede organizar sus actividades de tal manera que tenga un encuentro con Dios a lo largo del día, y pídale que le ayude a aprovechar al máximo esos momentos.

Piense en los hábitos que cree que ya forman parte de su ritmo de cada día. ¿Qué hace que esos hábitos tengan éxito? ¿Puede añadir un momento con el Señor a una de sus rutinas actuales?

Muchos expertos en formación de hábitos enfatizan el valor de practicar lo que se conoce como “acumulación de hábitos”. Esto implica identificar algo que usted ya hace de forma constante (como cepillarse los dientes) y aumentarlo añadiendo algo que está tratando de hacer de una manera más consistente (como leer las Sagradas Escrituras u orar por un ser querido). 

Para empezar, pruebe una de estas opciones:

  • Elija, junto a su cafetera o tetera, un lugar para su Biblia, la lectura devocional o su diario. Mientras se prepara el café o el té, tómese unos minutos para leer y reflexionar.

  • Si está tratando de memorizar un versículo o quiere orar por una persona específica, escriba el pasaje o el nombre y péguelo en el espejo o en el tablero de su automóvil. Incluso puede añadirlo a su teléfono. Luego, cada vez que vea su nota, lea por un breve momento el versículo u ore, y dele gracias a Dios por la oportunidad.

  • Use alarmas o recordatorios en su teléfono para hacer una breve pausa y hablar con Dios. Una notificación puede indicarle que especifique cómo le ha bendecido Dios ese día; otra, que ore por cierto ser querido o amigo; una tercera, que lea las Sagradas Escrituras; y una más que le recuerde que Él está utilizando todo para sus propios propósitos.

  • En lugar de poner su comedia de TV favorita mientras dobla la ropa, vea un sermón de un pastor de confianza. En vez de escuchar un podcast de noticias mientras va al trabajo o regresa a casa, ponga un podcast bíblico o una meditación devocional. Si hay un programa favorito que le gusta ver con sus hijos, tómese cinco minutos para tener un momento devocional familiar antes de presionar play o reproducir.

Trate de incorporar uno de sus hábitos de esta manera durante dos o tres días. Luego pregúntese qué funcionó o qué quiere cambiar. Muy pronto pasará más tiempo con Dios que antes.

Mantenga la simplicidad y sea (lo más) consistente. 

La mayoría de nosotros no saldríamos de nuestras casas ni esperaríamos correr 16 kilómetros en el primer intento. Es probable que comience con un kilómetro o dos, enfocándose en la respiración o en el estiramiento. Con el tiempo, con la práctica constante y el aumento de la resistencia, desarrollaría la capacidad de correr distancias cada vez mayores.

Al igual que entrenar para una carrera de larga distancia, dar al Señor lo que usted tiene se vuelve más fácil cuando es constante. En Hábitos Atómicos, James Clear dice que “cada acción que usted toma es un voto por el tipo de persona en la que desea convertirse. Ningún caso aislado transformará sus convicciones, pero a medida que los votos se acumulan, también lo hace la evidencia de su nueva identidad”. No tenemos que tomar medidas drásticas para comprometernos de manera significativa con Dios. Pero los pasos continuos y consistentes —incluso si faltamos un día o dos— tendrán un impacto tangible en la forma en la que nos relacionamos con Él. 

Cuando en ocasiones pierda, se salte, descuide u olvide el tiempo con Dios, sea misericordioso consigo mismo. No se concentre en el hecho que perdió un día cuando su meta era cinco días consecutivos. En lugar de eso, ¡tómese un momento para maravillarse por el hecho de haber terminado con éxito cuatro de los cinco! La gracia y la compasión del Señor son infinitas, y su plan para nosotros no incluye la ansiedad. Él quiere que hallemos descanso en nuestro tiempo con Él.

A medida que desarrolla hábitos y se mueve dentro y fuera de períodos de mayor actividad, puede encontrar que algunas cosas se vuelven menos exigentes o que surgen nuevos desafíos. Es posible que su tiempo devocional cambie. Tal vez tenga más tiempo que antes, o quizás el tiempo devocional anterior de 30 minutos deba dividirse en dos bloques de 15 minutos durante el día. 

Cualquiera sea el caso, manténgase en oración y sea flexible a medida que sus necesidades –y su capacidad para conectarse– crezcan. El Señor le acompaña y anhela pasar tiempo con usted todos los días, de la manera que sea. Recuerde esto: Nuestro tiempo con Dios no tiene que ser perfecto; de hecho, consolémonos por el hecho de que por lo general no lo será. Después de todo, como seres imperfectos, podemos venir al Señor solo con nuestras imperfecciones. Pero Él está listo para encontrarse con nosotros, cualesquiera que sean nuestras circunstancias, y con lo que tengamos para ofrecerle.

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