¿Sabía usted que el Señor le creó para que lo adorara? Muchas personas dedican su vida a adorar el dinero, la popularidad, los logros o el placer, pero al final siguen sintiendo un vacío de insatisfacción.
El rey Salomón observó este anhelo en la humanidad, y escribió que Dios “ha puesto eternidad en el corazón [de nosotros]” (Ecl 3.11). Y cientos de años después, el propio Señor Jesús confirmó esta verdad cuando dijo: “El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn 4.14). ¿Por qué?, se preguntará usted. Porque el Señor quiere tener una relación personal con nosotros.
Por desgracia, a menudo nos entregamos al pecado en vez de adorar a Dios, y en el primer capítulo de Romanos, Pablo examina los muchos dioses menores con los que nos conformamos. Quería que los romanos supieran que el pecado y los dioses falsos nos distraen de nuestro llamado eterno a la comunión con el Padre celestial. Por eso el arrepentimiento es una práctica fundamental en la vida del creyente.
Recuerde que nuestro Padre celestial nos diseñó para encontrar satisfacción solo en Él. Y debido a su gran amor por el mundo entero, no quiere que nadie pase la eternidad sin Él (2 P 3.9).
Biblia en un año: 1 Reyes 15-17