A algunos cristianos les resulta confusa la doctrina de la gracia. Piensan: “Cree en el Señor Jesús y serás aceptado sin importar lo que hagas”. Para agradar a Dios, ¿no tendrían los creyentes que vivir de cierta manera? Este razonamiento mezcla el legalismo con la gracia al decir: “Claro, somos salvos por gracia, pero después del momento de la salvación, es mejor que sigas las reglas para mantenerte en el favor de Dios”. Tal pensamiento pasa por alto el poder de la gracia y el mensaje de esperanza.
La gracia es un motivador mayor que la ley (2 Co 4.15-17). Si usted piensa que debe tener un buen desempeño para agradar a Dios, el sentimiento de culpa será su compañero constante. Cada vez que no cumpla con sus propias expectativas, puede que se pregunte si Dios le ama, o incluso si es salvo. El Señor no quiere que vivamos así. Ya hemos recibido su aceptación, y no hay nada más que podamos añadir a ella. La gracia no solo nos libera de la culpa, sino que también nos motiva a obedecer y a servir a Dios por amor y gratitud por todo lo que ha hecho por nosotros.
¿Está usted bregando para agradar a Dios? Pídale que le ayude a aceptar su gracia y a andar en ella. La obediencia y el servicio serán el resultado natural del amor desbordante del Padre celestial, y usted sentirá gozo y gratitud.
Biblia en un año: SALMOS 60-66