David encontró interesante la recompensa del rey Saúl por la derrota de Goliat; de hecho, pidió que se la repitieran dos veces (1 S 17.26, 30). Sin embargo, David podía ser joven, pero no era tonto. La recompensa era un buen incentivo, pero no era su motivación.
David quería enfrentarse a Goliat para servir a Dios. Criticó abiertamente al gigante: “¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?” (1 S 17.26). Desafiar a la nación elegida de Israel era lo mismo que desafiar al propio Señor. David estaba preparado para defender el santo nombre de Jehová y a su pueblo, incluso contra este temible guerrero. Un motivo correcto y justo da a la persona confianza para obedecer a Dios, incluso si el hacerlo desafía la sabiduría humana.
Cuando enfrentamos a los Goliat de la vida, podríamos sentirnos tentados a acercarnos a Dios con una súplica como: “Estoy cansado de estar en este lío, o quiero huir pero no puedo, así que tendrás que eliminar este problema”.
No obstante, la razón correcta para enfrentar un problema es el deseo de obedecer, servir y honrar a Dios, pase lo que pase. Así que ore, diciendo: “Señor, ayúdame a mantenerme fuerte en tu nombre. Y concédeme la victoria sobre los Goliat en mi vida, trayéndote honra y gloria en cada paso del camino”.
Biblia en un año: 2 REYES 24-25