Cuando dos espías israelitas llegaron a Jericó, recibieron una bienvenida inesperada de la que habría ser la segunda mujer en la genealogía de Cristo. La Biblia no se anda con rodeos: Rahab es descrita como una prostituta, lo que la convierte en otra sorprendente adición a la línea mesiánica registrada por Mateo.
La casa de Rahab era un lugar ideal para reunir información y mantenerse ocultos, que es justo lo que hicieron los espías. Cuando el rey de Jericó se enteró de su presencia, le exigió a Rahab que los entregara. Pero ella no lo hizo.
Ante la posibilidad de un asedio y una batalla, Rahab pensó en su familia y también expresó su fe en el Dios de Israel. “Es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra” (Jos 2.11). A cambio de su ayuda, pidió a los espías que la protegieran cuando Israel triunfara sobre Jericó. Los muros de la ciudad cayeron, pero la familia de Rahab fue perdonada. Más tarde hizo su hogar en Israel (Jos 6.25), se casó con Salmón y dio a luz a un hijo, Booz (Mt 1.5).
Rahab es recordada por su disposición a confiar en Dios y permitir que Él redefiniera su comprensión de los enemigos. ¿Y nosotros? ¿Estamos dispuestos a dejar que el Señor ajuste nuestra perspectiva? ¿Estamos dispuestos, como Rahab, a confiarle nuestra vida y nuestra familia?
Biblia en un año: 1 CRÓNICAS 25-27
