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Fotografía por Charles F. Stanley.
Meditación diaria

Pasión por conocerlo

“En Dios solamente espera en silencio mi alma; de Él viene mi salvación” (Sal 62.1).

22 de junio de 2022

Salmo 63

Cuando David estaba en el desierto de Judá, exclamó: “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti” (Sal 63.1). El Señor parecía distante, y David anhelaba su presencia. Luego, en el versículo 2, rememora los tiempos en que vio la gloria de Dios en su santuario, cuando el Señor parecía más accesible. Este contraste refleja que a menudo no apreciamos lo que va bien hasta que desaparece. No es hasta que experimentamos mucha sed, que somos capaces de saborear la bondad del agua viva de Cristo. (Véase Juan 7.37, 38).

El problema es que podemos tardar años para darnos cuenta de que estamos en un desierto. Entonces, debido a nuestra desesperación, cada nuevo charco de barro brilla con posibilidades gloriosas como un espejismo, y nos sumergimos en él, convencidos de que por fin hemos encontrado algo gratificante. Pero solo el agua que da Cristo sacia la sed y promete vida eterna (Jn 4.13, 14).

Por eso debemos permanecer sensibles a la guía de nuestro Salvador a lo largo de la tierra estéril. Él promete: “Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar; te aconsejaré con mis ojos puestos en ti” (Sal 32.8 LBLA). Cuando hacemos caso del llamamiento de Dios, exclamamos como David: “En Dios solamente espera en silencio mi alma; de Él viene mi salvación” (Sal 62.1).

Biblia en un año: Salmos 60-66

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