La muerte es inevitable, pero la mayoría de las personas piensan poco en eso hasta que ya es demasiado tarde. Ahora mismo es el momento de pensar en lo que sigue a nuestra existencia terrenal, mientras todavía tengamos la oportunidad de tomar una decisión que afectará nuestro destino final.
Esta vida no es todo lo que hay; la eternidad nos espera a todos. Algunos vivirán para siempre en la presencia de Dios, mientras que otros experimentarán el tormento eterno, separados de Él para siempre. Si recibimos a Cristo como Salvador, nuestra deuda por el pecado es pagada, somos adoptados en la familia de Dios, y el cielo es nuestro hogar eterno. Pero si nos negamos a creer la verdad y rechazamos a Cristo, permanecemos alejados de Dios, bajo condenación por nuestro pecado, y destinados a una agonía sin fin.
Algunos dicen que hay muchos caminos para llegar a Dios, pero no es así. Solo hay uno y es Jesucristo (Jn 14.6). Él es el único mediador entre la humanidad y el Dios santo (1 Ti 2.5).
Dios da la bienvenida a toda persona que viene a Él por medio de la fe en su Hijo, sea cual sea su pasado, su edad o su situación actual. Si se da cuenta de que es pecador y cree en que el Señor Jesús murió por usted, pídale que sea su Salvador. Entonces podrá estar seguro de que ha sido perdonado y que ahora y para siempre forma parte de la familia de Dios.
Biblia en un año: 2 Timoteo 1-4