En el tiempo de agitación descrito en la lectura de hoy, Dios especificó cómo el pueblo de Israel podría salir victorioso. Estaban bajo la amenaza de Asiria, y Dios les dijo que esperaran su liberación en lugar de intentar soluciones rápidas como huir a Egipto en busca de protección. Arrepentimiento, descanso, tranquilidad y confianza eran sus misericordiosos requerimientos para aquellos que esperaban la restauración.
Por desgracia, los israelitas “no quisieron” (Is 30.15). Algunos huyeron solo para encontrarse con el desastre, un duro recordatorio de que confiar en nuestros propios esfuerzos puede fallarnos fácilmente. Entonces, ¿cómo podemos aprender a aceptar la invitación de Dios de confiar y descansar cuando estamos tentados a tomar los asuntos en nuestras propias manos?
Pero esta es nuestra esperanza: no importa cuán desalentadoras parezcan nuestras circunstancias, Dios es nuestra fuente constante de seguridad, nuestro “pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal 46.1). Es nuestra confianza en su carácter y constancia lo que nos permite sentir paz, incluso cuando nos rodee el caos. Servimos al Dios misericordioso y justo que anhela liberarnos. Nuestra decisión de descansar es un acto de confianza. De hecho, “bienaventurados todos los que confían en él” (Is 30.18).
Biblia en un año: SALMOS 71-75