Una de las cosas que nos resulta más difícil de soportar, es no tener control sobre nuestras propias circunstancias. Pero, como cristianos, así es justo como estamos llamados a vivir. Cristo lo dejó muy claro cuando dijo que debemos negarnos a nosotros mismos y perder nuestra vida por Él (Lc 9.23, 24). Él es ahora nuestro Amo y Señor, y ya no tenemos derecho a gobernarnos a nosotros mismos.
No obstante, no tenemos motivos para temer porque Dios es un gobernante bueno, sabio y amoroso sin límites. Además, si hacemos las cosas según nuestro propio criterio, cometeremos errores tontos y decisiones imprudentes. Por eso debemos deleitarnos en someternos al Señor, confiando en Él para que controle todos los aspectos de nuestra vida.
Rendirnos al Señor es un proceso de dos partes. La sumisión al Señor requiere resistir al diablo. Y acercarse a Dios requiere apartarse del pecado, purificar nuestro corazón y limpiar nuestra conducta. Si alguno de estos factores falta, entonces no nos hemos sometido de verdad al Señor como Él desea.
En vez de ver la sumisión como algo negativo, debemos reconocerla como algo que nos genera una ganancia eterna. Si nos humillamos ante Dios, Él promete exaltarnos.
Biblia en un año: Lucas 20-22