Ayer vimos la importancia del crecimiento lento y constante. En el pasaje de hoy, Pablo nos dice cómo lograr ese crecimiento: “arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en su fe... abundando en acción de gracias”. A medida que nos arraigamos en la fe, nos acercaremos más y más a Cristo, no solo amándolo más, sino también aprendiendo a amar tal como lo hace.
El crecimiento es una decisión deliberada y un proceso transformador. Piense en un árbol. Poco a poco va creciendo, añadiendo capas año tras año. Del mismo modo, crecemos en amor por medio de la gratitud, paciencia, actos de bondad y perdón. Lo que nos ayuda mejorar nuestras relaciones con los demás.
Por ejemplo, cuando hablamos la verdad con amor, fomentamos una cultura de bondad y comprensión (Ef 4.15). La sinceridad sin amor puede herir, mientras que el amor sin verdad puede permitir el engaño. El equilibrio se encuentra en el Señor Jesús, que encarna a la perfección ambos requisitos.
Tómese un momento para reflexionar en cuanto a sus interacciones recientes. ¿Estuvieron caracterizadas por el amor? Si no es así, tal vez necesite pasar más tiempo sintiendo el amor de su Padre celestial. Entonces estará preparado para dejar que el ejemplo de Dios sea su guía en cada conversación, relación y decisión.
Biblia en un año: 2 REYES 1-3