La gente va y viene, y cada temporada da paso a la siguiente; el cambio continuo es normal. Este no es el caso con Dios, que es “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (He 13.8). Podemos depender por completo de la firmeza del Señor porque Él es:
OMNISCIENTE. Nuestro Padre sabe lo que le está sucediendo a cada persona en cada momento (Pr 15.3). Su conocimiento es pleno: ninguna circunstancia es desconocida para Él; no hay motivo o proceso de pensamiento que Él no discierna.
OMNIPOTENTE. Dios tiene poder sobre todas las cosas; nada está fuera de su control. Ninguna autoridad en el cielo o en la Tierra puede frustrar sus propósitos (Job 42.2).
OMNIPRESENTE. No hay persona, lugar o cosa en toda la creación que esté fuera de la presencia del Señor (Sal 139.7-12). Todo —espacio y tiempo— está a su vista.
Además de estos maravillosos atributos, Dios siempre dice la verdad (Tit 1.2). Podemos confiar en la fiabilidad de su Palabra y en sus respuestas a nuestras oraciones.
Debido a que el carácter de Dios no se ve afectado por el tiempo, el lugar, las personas o las circunstancias, Él es más digno de confianza que incluso nuestro amigo más cercano. Cuando nuestros planes hayan fracasado y la gente nos haya decepcionado, Él siempre está a nuestro lado. Durante todos nuestros días, Dios es Aquel con quien podemos contar.
Biblia en un año: Job 31-34