La escena de la cruz es una paradoja. Demuestra el poder de Dios en lo que parece ser el momento más débil de la vida de su Hijo. Con las manos y pies clavados en un madero, el Señor parecía impotente.
La fortaleza no siempre se muestra de forma dramática; a veces se ve en la determinación de resistir. ¿Qué poder retuvo al Señor en la cruz, cuando toda autoridad era suya (Mt 28.18)? El amor divino fue lo que lo mantuvo allí. Con nuestro destino eterno en juego, colgó de la cruz hasta que nuestra salvación estuvo asegurada.
Pero el poder de la cruz no terminó cuando el Señor murió. Su muerte abrió la puerta de la salvación a quienes la aceptan por fe para que sean perdonados y tengan un lugar en el cielo.
Pero incluso después de la salvación, el poder de la cruz continúa en la vida de los creyentes. Millones de personas han sido transformadas como resultado de la victoria del Salvador sobre el pecado y la muerte. Él nos libera de adicciones y conductas pecaminosas, dándonos poder para vivir en victoria por su justicia.
¿Ha dejado usted que la cruz obre en su vida? El Señor no impone sus beneficios a nadie. Más bien, los ofrece a todos los que quieran creer en Él y andar en sus caminos. Con cada paso de fe que damos, la obra poderosa de Dios en nosotros aumenta.
Biblia en un año: ISAÍAS 58-62