Ayer estudiamos cómo oraba el rey Josafat. Echemos hoy un vistazo a las personas con las que oraba.
Se avecinaban problemas: el ejército de Judá palidecía en comparación con las fuerzas unidas en su contra. Josafat, reconociendo sus limitaciones, sabía que era esencial pedir ayuda a Dios. Así que pidió ayuda a su nación, y la oración de apoyo llegó de todo el país (2 Cr 20.13).
A veces somos demasiado orgullosos para pedir a otros que oren con nosotros. Cuando eso sucede, es sabio considerar el ejemplo de Josafat, quien, a pesar de ser un rey que reinaba sobre sus súbditos, les pidió que lo acompañaran en busca de la intervención divina. Entonces, cuando el pueblo de Judá comenzó a orar, Dios proveyó su solución a través de un profeta y Josafat tuvo la humildad suficiente para escuchar y seguir sus instrucciones (2 Cr 20.14-21). Como resultado, su pueblo se salvó. Los ejércitos que avanzaban se volvieron unos contra otros y se destruyeron por completo. Pero las fuerzas de Judá sufrieron cero bajas, sin disparar una flecha o desenvainar una espada. Su humilde rey había escuchado, y fueron testigos de la extraordinaria victoria del Señor (2 Cr 20.22-30).
Dios a veces dice cosas que no esperamos. Pero nuestra vida en Cristo es más gratificante cuando el Cuerpo de Cristo lo escucha y coopera entre sí.
Biblia en un año: Job 5-8