Es asombroso considerar que la Biblia fue compilada por cuarenta hombres que escribieron en tres idiomas en tres continentes a lo largo de 1500 años. Reunamos a un grupo de personas de una sola generación y no tendremos ni la coherencia ni la filosofía ni la misión unificadas que se encuentran en la Palabra de Dios.
Cada libro de la Biblia refleja la personalidad y el trasfondo de su autor humano. Por ejemplo, Moisés fue el líder político de los israelitas en el desierto; Daniel alcanzó el rango de primer ministro mientras estuvo cautivo en Babilonia; y Pablo, el antiguo fariseo, escribió sus cartas desde la cárcel. Sin embargo, cada palabra se mantuvo fiel al tema central: el amor de Dios redime a quienes invocan su nombre.
En 2 Pedro 1.21 descubrimos por qué la Biblia es coherente: porque Dios mismo habló a través de cada escritor humano. En algunos casos, el Espíritu Santo trajo a la memoria detalles esenciales (Jn 14.26), como cuando se transmitió oralmente cierto material para el Antiguo Testamento o los Evangelios. Luego, para hacer posible la escritura de las profecías, los salmos y las cartas, el Espíritu de Dios reveló verdades importantes (Jn 16.15).
El Padre celestial utilizó a hombres de todas las ocupaciones y niveles sociales para comunicar su mensaje del evangelio.
Biblia en un año: NÚMEROS 28-30