La cruz de Cristo presenta un dilema. Si Dios es amor, ¿por qué permitió que su Hijo sufriera la agonía de la crucifixión? Desde la perspectiva humana, nada de eso parece bueno. Pero al mirar más allá de lo obvio, vemos una demostración maravillosa de amor.
Para comprender lo que sucedió, primero necesitamos entender que Dios es justo y misericordioso. Él hace lo correcto y nunca actúa en contra de su naturaleza o su Palabra. Por otro lado, la humanidad es pecadora. La justicia de Dios requiere pagar el precio por el pecado. Pero Dios también es misericordioso. Entonces, ¿cómo podría ejercer tanto justicia como misericordia?
Antes de la fundación del mundo, Él ya tenía el plan establecido. Así que, cuando llegó el momento, su Hijo sin pecado vino en carne humana para llevar nuestros pecados (1 P 1.18-20). El Padre celestial colocó sobre Él toda nuestra culpabilidad y castigo. Dado que el pago del Salvador satisfizo la justicia divina, el pecador podía ser declarado justo. La justicia castigó el pecado, y la misericordia rescató a los pecadores.
No importa quién sea o lo que haya hecho, si usted acepta el sacrificio de Cristo a su favor, será salvo. Este era el único plan que podía salvarnos, y el Hijo perfecto de Dios era el único calificado para dar su vida en nuestro lugar.
Biblia en un año: ISAÍAS 54-57