Los cristianos utilizamos la palabra carga para referirnos a un peso espiritual en nuestro corazón al que, por lo general, Dios quiere que le prestemos atención. Por ejemplo, Nehemías tuvo la carga de interceder por el pueblo judío que había quedado vulnerable por el derrumbe de los muros de Jerusalén. El Señor ya conocía los problemas de los israelitas, por lo que, sin duda, no necesitaba las oraciones de este hombre.
Más bien, la carga era para el bien de Nehemías, quien se puso a disposición de Dios para bendecir a su pueblo. Tan grande era el amor de Nehemías por sus compatriotas, que dejó de lado su temor y se dirigió al rey persa para pedirle ayuda.
Sobrellevar unos las cargas de los otros es una manera en que podemos fortalecer a la Iglesia. Es propio de nuestra naturaleza humana sentirnos conectados con quienes hemos ayudado. Eso es cierto incluso para las personas que nunca descubren que hemos intercedido por ellas. De este modo, Dios une entre sí a los creyentes para formar un todo coherente, al que llama “Cuerpo de Cristo” (Ro 12.5).
Nuestro Padre celestial está buscando personas dispuestas a tener en sus corazones una carga por sus hermanos en Cristo. Le animo a que esté listo para interceder a favor de otra persona. Fortalecer el Cuerpo de Cristo es un privilegio maravilloso.
Biblia en un año: Hebreos 12-13