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Dos apreciaciones: Intimidad espiritual

¿Cómo es una relación cercana y personal con el Señor Jesús en el día a día?

Tim Rhodes and John VandenOever 16 de mayo de 2022

Cada mes pedimos a dos escritores que reflexionen sobre una cita del Dr. Stanley. Para el mes de mayo, Tim Rhodes y John VandenOever exploran lo que significa estar cerca del Señor, y cómo su cercanía puede cambiar nuestra vida cotidiana. He aquí un extracto del sermón del Dr. Stanley “Nuestra intimidad con Dios”:
La intimidad con Dios es una relación cercana y privada con Cristo que resulta en un fuerte deseo de conocerle, confiar en Él, obedecerle y aceptar su amor. Eso es más que ir a la iglesia. Es más que leer la Biblia o tratar de hacer buenas obras. Estamos hablando de una relación personal estrecha con el Señor. Esa es la voluntad de Dios para cada creyente.

Primera apreciación

por Tim Rhodes
Me encantan las experiencias emotivas. Cuénteme una buena historia, compartan una hermosa canción, métanme de cabeza en un estadio de béisbol durante el séptimo partido de una Serie Mundial, y me lo devoraré todo. Ya no puedo contar las películas en las que he llorado.

En el pasado, yo suponía que la intimidad con Dios se encontraba en momentos similares de emoción, tal vez durante un poderoso himno o un sermón fascinante. Si en realidad no estaba sintiendo algo, entonces no estaba cerca de Dios. Me preocupaba que la relación que deseaba no estuviera presente.

Pero en esta etapa de mi vida, como padre de tres hijos a los que no podría amar con mayor intensidad, y viviendo en una comunidad interesante y vibrante, he llegado a ver cómo es la verdadera devoción. Las emociones, aunque no son insignificantes, son el florecimiento de las ramas, no las raíces de las relaciones. Es fácil olvidar que cuando se le hace la pregunta al Señor Jesús sobre el mayor mandamiento, que se refiere a nuestra devoción a Él, la respuesta es doble: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22.36-40).

 “La intimidad con Dios es una relación cercana y privada con Cristo que resulta en un fuerte deseo de conocerle, confiar en Él y obedecerle, y aceptar su amor”.

La intimidad con Cristo se expresa, en última instancia, en mi reflejo de Él a quienes me rodean: mi familia, mis vecinos, mi comunidad. Cuando demostramos su amor incondicional y sacrificial –dar de comer al hambriento y al sediento, recoger y vestir al extranjero, atender a los enfermos, visitar a los encarcelados– todo ello surge de la confianza y la obediencia a Dios. Ser como Cristo es fundamental para tener una relación estrecha con Él: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25.40).

Segunda apreciación

por John VandenOever
Sonó el timbre y un coro de sillas raspó el suelo; los estudiantes salían por todas las puertas, empujando para unirse al mar de cuerpos que inundaba los pasillos de la escuela secundaria entre los períodos de clase. Yo me levantaba poco a poco, calculando el tiempo que podía tomarme ir a mi casillero guardarropa, a la fuente de agua... a cualquier lugar para evitar aparecer primero o demasiado temprano para la clase siguiente. Mi padre había aceptado un nuevo trabajo en esta ciudad, y yo me había cambiado de escuela a mitad del año, aterrizando en una comunidad de adolescentes, todos ellos arrastrando los pies con un patrón establecido.

Ilustración por Adam Cruft

Pero en esos pasillos descubrí la satisfacción de la compañía del Señor. En cada cambio de clase me reunía con Él durante cinco minutos y entendía lo que era estar conectado a nivel personal con Dios. Era donde me sentía visto, seguro y libre para sincerarme con mis necesidades más profundas.
Allí es donde comienza la intimidad con Dios, de la necesidad sin subterfugios. Hay una razón por la que Cristo atraía hacia sí a los más necesitados de la sociedad, diciendo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19.14). Y, “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Marcos 2.17). Cuando estamos más necesitados, tenemos una mayor disposición de estar cerca del Señor Jesús, para tomar su yugo y encontrar descanso para nuestras almas (Mateo 11.28-30).

Cuando estamos más necesitados, tenemos una mayor disposición de estar cerca del Señor Jesús, para tomar su yugo y encontrar descanso para nuestras almas.

Lo que olvidamos muchas veces es que este amor piadoso y la paz interior tienen como objetivo crear, no un pueblo cómodo, sino seguidores que sean capaces de identificarse con otras almas heridas, quebrantadas y aisladas. Nuestra cercanía a Cristo debe generar valentía. El Espíritu dentro de nosotros alimentará el deseo de exteriorizar nuestra cercanía. Como dijo el Señor Jesús a los 72 seguidores, instruyéndoles para que fueran sus mensajeros: “La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos” (Lucas 10.2).
Recuerdo con cariño a las personas que Dios envió para encontrarse conmigo en esos pasillos, en el comedor e incluso en los vestuarios. Eran personas que reconocían a los solitarios, o que ellas mismas se sentían solas. Poco a poco, me hicieron sentir menos aislado. Pronto formamos juntos una isla en medio de las traicioneras aguas de la hora del almuerzo escolar. Y con el Señor como mi amigo, aprendí a ver más allá de mí mismo para atraer a otros a tierra conmigo.

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