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Dos apreciaciones: Para llegar a ser el mayor en el reino de Dios

¿Cómo debemos abordar el llamado del Señor Jesús a humillarnos como un niño?

Jamie A. Hughes and Joseph Miller 14 de enero de 2023

Este mes hemos pedido a dos escritores que reflexionen sobre la sabiduría de la Sagrada Escritura. Jamie A. Hughes y Joseph Miller comentan un pasaje de Mateo 18

En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe (Mateo 18.1-5).

Ilustración por Adam Cruft

Primera apreciación

por Jamie A. Hughes 

Cuando se trata de la importancia y del valor, muchas culturas colocan a los niños en lo más bajo de la escala social. Después de todo, un niño no puede ganar un salario ni votar. Los niños no pueden hacer el trabajo físico que hacen los adultos, ni se puede confiar en ellos para que asuman responsabilidades o guíen a otros. Es probable que los discípulos estuvieran pensando en tales capacidades cuando le preguntaron al Señor Jesús: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” Como hombres adultos, podían trabajar y proveer para otros. Se podía contar con ellos para liderar. Su buena reputación y sus éxitos, así como su género, les daban valor. En sus mentes, estas cosas los colocaban en el pináculo mismo del orden social. ¿Por qué no habría de suceder lo mismo en el cielo?

Pero el Señor Jesús, como lo hace tan a menudo, voltea la tortilla. Llama a un niño hacia Él, lo abraza y le dice: “Este pequeño es el mayor”. Podríamos tener la tentación de cruzarnos de brazos y burlarnos de la presunción de los discípulos, pero si somos sinceros, compartimos el mismo deseo de ellos. Queremos alcanzar la grandeza. Queremos que los demás nos vean como importantes, que envidien nuestra posición. Aunque digamos que detestamos las jerarquías, ellas siguen siendo muy importantes para nosotros.

Queremos que los demás nos vean como importantes, que envidien nuestra posición. Aunque digamos que detestamos las jerarquías, estas siguen siendo muy importantes para nosotros. 

Según Harold J. Leavitt, profesor emérito Kilpatrick de la Stanford Graduate School of Business (Escuela de Negocios de Posgrado de la Universidad Stanford), “las jerarquías proporcionan marcadores claros que nos permiten saber qué tan lejos y rápido estamos subiendo la escalera del éxito... Queremos ser evaluados, y las jerarquías nos ofrecen boletas de calificaciones... Nos dan una identidad”.

En resumen, una jerarquía es algo a lo que podemos ascender a través de nuestros propios esfuerzos. Con la cantidad adecuada de disciplina, agallas y determinación, ese alto rango que tanto anhelamos puede ser nuestro. No hay necesidad de la ayuda de Dios en absoluto. Y por eso el Señor Jesús deja muy claro que la jerarquía humana no tiene cabida en el reino de los cielos. Toma al miembro más débil de su cultura, y dice: “Humíllense. No piensen en ustedes mismos. Dejen a un lado todas las varas de medir que han utilizado, y dejen de lado la necesidad de ser los más importantes. Entonces y solo entonces serán verdaderamente grandes”.

Segunda apreciación

por Joseph Miller 

Recuerdo nuestro primer día de regreso a la oficina a finales de la pandemia del COVID-19. Tareas marcadas como completadas en una pizarra hacía mucho tiempo. Montones de revistas devocionales acumulando polvo. Y más personalmente, fotos de mis hijos tomadas unos años antes. Me llamó la atención ver lo pequeños que fueron una vez nuestros hijos. Durante dos años había pasado mucho más tiempo cerca de ellos, trabajando desde casa, viendo a mi esposa hacer malabares con meses de aprendizaje virtual. Ver esas instantáneas de la juventud de ellos, más tiernos y vulnerables, me recordó que, aunque han crecido, siguen siendo personitas preciosas que necesitan amor, protección y orientación.

Cuando el Señor Jesús llamó a sus discípulos a “volverse como niños”, tal vez quiso decir que reconocieran su dependencia de Dios. En el avance natural de las cosas, convertirse en adulto implica tomar decisiones que antes tomaban otros por nosotros. Pero el Señor parecía estar diciendo: “Para avanzar tienen que retroceder”. La clave está en la frase “cualquiera que se humille” (Mateo 18.4). Tenemos que elegir colocarnos, una vez más, en la posición que todos ocupábamos cuando éramos niños. Y la manera de hacerlo es a través de la humildad.

Tenemos que elegir colocarnos, una vez más, en la posición que todos ocupábamos cuando éramos niños. Y la manera de hacerlo es a través de la humildad. 

Cuando se es niño, se necesita mucho apoyo para progresar. Teniendo en cuenta tanto las necesidades físicas fundamentales como las menos tangibles, como el amor y la seguridad, hay que reconocer que los niños pequeños son bastante indefensos. Y, por lo general, son más confiados que los adultos. Los niños han tenido menos oportunidades de sentirse defraudados y hastiados o escépticos. A veces me sorprende la capacidad de mis propios hijos pequeños de creer simplemente lo que les digo porque saben que les amo y confían en mí. Esto es lo que el Señor Jesús llama a sus discípulos a hacer: Reconocer nuestra dependencia de Dios y confiar en que Él proveerá. Así es como entramos en el reino de los cielos.

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