
Esta foto tomada por el Dr. Stanley en la Patagonia me trajo a la mente algo curioso que aprendí hace años: que la coloración de los flamencos está relacionada con los carotenoides de las algas, las larvas de la mosca de la salmuera y de los crustáceos que consumen. Hoy en día, las colonias en cautiverio suelen obtener el pigmento como ingrediente en comida granulada, pero al principio los zoológicos servían zanahorias, tomates y/o pimientos rojos para mantener a esas aves con su color rosa.
¿Por qué sé esto? Por una anécdota que mi hermano compartió de una conferencia que escuchó en la escuela de medicina. Su profesor estaba explicando el desconcertante caso de un hombre cuyo cuerpo estaba de color naranja rojizo de la cabeza a los pies. Como nunca había visto una erupción semejante, el médico hizo una extensa historia clínica y programó pruebas de laboratorio para resolver el misterio. Luego, como idea tardía, se le ocurrió preguntar sobre su dieta. Lo que descubrió fue que el paciente había estado consumiendo un montón de tomates cada semana. Y como ocurre con los flamencos, la fuerte dosis de pigmento afectó su apariencia. El hombre no había mencionado el régimen desequilibrado, porque suponía que era normal: su madre siempre le había dicho que los tomates lo mantendrían sano y lo animaba a comerlos a menudo.
El profesor estaba inculcando a esos futuros médicos la importancia de no pasar por alto lo obvio o, como dicen en el mundo de la medicina: "Cuando escuches golpeteos de cascos, piensa en caballos, no en cebras". Pero supongo que el paciente con la piel rojiza salió con otra lección esencial: que es prudente verificar los hechos, incluso cuando los datos provengan de una buena fuente (como la mamá). Después de todo, hay mucha mala información por ahí, y la verdad es una salvaguarda contra la ingenuidad bochornosa o, contra algo peor aún, los intentos maliciosos de asustar o estafar.
Es prudente verificar los hechos, incluso cuando los datos provengan de una buena fuente.
El presidente Ronald Reagan habría estado de acuerdo. Él popularizó la expresión "Confía pero verifica" citando ese proverbio ruso durante las conversaciones de desarme nuclear y, posteriormente, repitiéndolo a menudo. Al promover el principio, Reagan estaba, lo reconociera o no, apoyándose en la sabiduría bíblica. Primera a los Tesalonicenses 5.21 lo expresa de esta manera: "Examinadlo todo; retened lo bueno".
La Sagrada Escritura va aún más lejos al proporcionarnos un modelo de conducta. Los bereanos se tomaron en serio la idea de la verificación, incluso cuando su fuente no era otra que el propio apóstol Pablo. Su estimación por la Palabra de Dios es aplaudida en Hechos 17.11, y sigue siéndolo después de más de dos mil años: "Los de Berea tenían una mentalidad más abierta que los de Tesalónica y escucharon con entusiasmo el mensaje de Pablo. Día tras día examinaban las Escrituras para ver si Pablo y Silas enseñaban la verdad" (NTV). Notemos que la Palabra de Dios elogia no solo lo que ellos hicieron, sino también su actitud. En lugar de escuchar con escepticismo y luego cambiar de opinión a regañadientes (una mentalidad no infrecuente en el mercado moderno de las ideas), los de Berea "escucharon con entusiasmo" y luego lo revisaron cuidadosamente. ¿El resultado? "Muchos de ellos creyeron" (Hechos 17.12).
Y nosotros somos sabios al imitar su ejemplo. Porque como enseña 2 Timoteo 2.15 (La Biblia al Día), cuando se "sabe analizar y exponer correctamente la Palabra de Dios", también nosotros seremos aprobados, sin temor a quedarnos con la cara roja de vergüenza.