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Fe, esperanza y una minivan averiada

Cómo un trabajo a tiempo parcial en una pizzería renovó mi perspectiva de servir a Dios

John VandenOever 24 de julio de 2023

Nuestra minivan se había vuelto inservible. Los niños eran pequeños, y eran muchos: teníamos cinco, y menores de siete años. Yo tenía un excelente trabajo, pero el dinero escaseaba. Así que tomé un trabajo de entrega de pizzas tres noches a la semana para poder pagar el costo de un automóvil.

Ilustración por Adam Cruft

Durante ese tiempo, Dios demostró ser fiel. Teníamos los recursos suficientes, y yo practicaba la confianza en Él para mis necesidades diarias. Había algo gratificante en llevar dinero a casa al final de la noche y usarlo para comprar comestibles el día siguiente.

Pero aún mejor fue el aprecio que este trabajo extra me dio para mi llamamiento. No había ido a la universidad para trabajar repartiendo pizzas, y no requería años de experiencia y talento para comenzar. Sin embargo, exigía una inversión total de mi enfoque y un compromiso con el aprendizaje, trabajo duro y servicio con humildad. 

Como muchos creyentes, ya había luchado antes con la cuestión de la vocación: ¿Qué se supone que debo hacer con mi vida? Cuando era joven, escuchaba a predicadores y maestros en la radio, y me imaginaba lo que sería sentarse en una cabina de radio y reproducir sus cintas todo el día; tener un trabajo que influyera con claridad en el reino de Dios y fomentara mi propio crecimiento en Cristo.

Pronto descubrí lo fácil que es tener sed de elogios y progreso, refunfuñar y quejarse, y ver el trabajo como una forma de ganarse la vida más que como una misión.

Bueno, al final encontré la respuesta. En el momento en el que nuestro vehículo dejó de andar, había pasado más de una década en el ministerio de medios cristianos, produciendo contenidos que glorificaban a Dios y animaban a oyentes como yo. Pero en esta carrera, descubrí pronto lo fácil que es tener sed de elogios y progreso, refunfuñar y quejarse, y ver el trabajo como una forma de ganarse la vida más que como una misión.

Se necesitó un trabajo de repartidor de pizzas para recordarme que mi llamado supremo es Cristo. Dondequiera que esté, en cualquier cosa que haga, Él es mi razón de vivir. Él debe ser el motor detrás de todo lo que persigo, porque todo procede de Él.

La Sagrada Escritura nos dice a los creyentes en Cristo que somos la obra maestra del Creador: diseñada, hecha con propósito y dirigida: “Somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás” (Efesios 2.10 NTV). Se nos instruye de esta manera: “Trabajen con entusiasmo, como si lo hicieran para el Señor y no para la gente” (Efesios 6.7 NTV). Y se nos asegura que nada de lo que hagamos por Él carece de valor (1 Corintios 15.58).

Me di cuenta de que servir a Cristo a través de mi trabajo con las pizzas –hornearlas, empaquetarlas, cortarlas y entregarlas frescas con una sonrisa en mi rostro era de mayor utilidad que crear un programa cristiano con un espíritu amargo. No me malinterprete: Dios planeó hace mucho tiempo cómo impactaría su Palabra el corazón de un oyente o un espectador, y eso no dependía de mí. Lo que yo sí podía controlar era mi actitud y mi excelencia para con mis compañeros de trabajo y mis clientes.

Mis compañeros de trabajo en la pizzería vieron más de mi carácter cristiano que mis hermanos y hermanas en Cristo en mi “trabajo real”.

De hecho, puedo decir con toda seguridad que mis compañeros de trabajo en la pizzería vieron más de mi carácter cristiano y se beneficiaron más de mi trabajo en equipo y sacrificio, que mis hermanos y hermanas en Cristo en mi “trabajo real”.

Ya sea usted vendedor, asistente de vuelo, corredor de bolsa, soldador o padre de familia que se queda en casa cuidando de los hijos, está satisfaciendo las necesidades de los demás. No habría tal papel para usted si no abordara las necesidades reales de las personas. Pero entienda esto: También resulta ser el camino principal para llevar a cabo las buenas obras que Dios ha diseñado para que usted haga. 

Aquella minivan desgastada creó un reenfoque muy necesario para mí. Mi Padre celestial, en control de todas las cosas, utilizó una prueba no deseada para darme una mirada incómoda a mi actitud con respecto al trabajo. A través de este, vi a las personas con más claridad de lo que las había visto en mucho tiempo: sus temperamentos, sus habilidades y sus problemas. Y al final, me di cuenta de que la gerente de mi tienda necesitaba que la animara con regularidad, tanto de palabra como con hechos.

Cristo es mi llamamiento, no mi vocación. En cada rol le servimos a Él y a los demás.

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