¿Qué es lo que usted considera más significativo de la Navidad? Mucha gente diría que visitar a los familiares, asistir a fiestas o dar y recibir regalos. Para los creyentes, sin embargo, la Navidad es mucho más que un día feriado de diciembre con tiempo libre en el trabajo. Es una promesa personal de Dios a la humanidad.

“Llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” —Mateo 1.21
El significado de este día especial está plasmado en dos nombres bíblicos. En el primer capítulo de Mateo, un ángel del Señor le dijo a José que María, su prometida, daría a luz un hijo concebido por el Espíritu Santo. Le ordenó a José que llamara al niño “Jesús” (Mateo 1.21). También anunció que el nacimiento cumpliría la profecía de Isaías: “‘Llamarán su nombre Emanuel’, que traducido significa ‘Dios con nosotros’” (Mateo 1.23, refiriéndose a Isaías 7.14).
Examinemos los dos nombres de este pasaje: Jesús y Emanuel. El nombre “Jesús” es una transliteración de la palabra hebrea del Antiguo Testamento Josué, que significa “el Señor es salvación”. Cuando el ángel dijo: “Llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1.21), estaba señalando el significado de esa Navidad original cuando Dios proveyó una solución para nuestro pecado y el del mundo entero: pasado, presente y futuro.
Setecientos años antes del nacimiento de Cristo, la profecía de Isaías fue una palabra de esperanza y aliento para Judá cuando se enfrentaba a una gran crisis. El mensaje del profeta era una indicación de lo que Dios estaba a punto de hacer en ese entonces, así como de lo que se cumpliría al final con el advenimiento del Mesías. Emanuel, un nombre lleno de promesas, era la forma en la que Dios aseguraba a los santos del Antiguo Testamento que Él estaba con ellos. Combinados, estos dos nombres abarcan lo que necesitamos para toda nuestra vida: Jesús, el perdonador de nuestros pecados, y Emanuel, la presencia divina dentro de nosotros para ayudarnos y guiarnos en cada momento de cada día. Los nombres y las promesas en ellos son la base de cada faceta de la vida cristiana.
Entonces, ¿cómo diseñó Dios esa primera Navidad para cumplir las promesas de Jesús y Emmanuel? Su método fue la encarnación. La noche en la que Cristo nació, el Dios eterno, motivado por amor, entró en la familia humana. Fue concebido de manera sobrenatural por el Espíritu Santo y nació de carne y hueso de una virgen. Jesucristo nunca dejó de ser Dios, y permaneció perfecto, libre de pecado en su ser.
Si la encarnación no hubiera tenido lugar tal como sucedió, entonces estaríamos todavía viviendo en nuestros pecados. Según las Sagradas Escrituras, el castigo por el pecado es la muerte (Romanos 6.23). La Biblia también dice que Dios rechaza cualquier sacrificio imperfecto (Deuteronomio 17.1). El Señor Jesús, por su impecabilidad absoluta, es el único que podía salvarnos ofreciéndose a sí mismo como pago por nuestra deuda por el pecado.
La Navidad se trata de Dios accediendo a la humanidad, rompiendo con el tiempo, y convirtiéndose en vida, esperanza y ayuda para toda la humanidad
De no haber sido por el nacimiento de Dios en carne humana, cada uno de nosotros tendría que comparecer ante Él con todo nuestro pecado descansando sobre nosotros, y nuestros pecados nos separarían de Él (Isaías 59.2). Entonces, la encarnación es la promesa de Jesús —“el Señor es salvación”— para cada persona en el mundo.
Pero ese no era el alcance total del asombroso plan del Padre celestial. También nos prometió su presencia, que se cumplió con el nacimiento de Emanuel. Jesús era “Dios con nosotros”, la Deidad encarnada, que vivió físicamente y caminó entre los hombres para mostrarnos cómo es el Padre celestial.
Antes de su crucifixión, el Señor Jesús alentó a sus discípulos con la promesa de la presencia de Dios en ellos. Cristo dijo que cuando se fuera, le pediría al Padre que enviara el Espíritu de verdad, que “mora con vosotros y estará en vosotros” para enseñarlos, recordarles todo lo que Él les había dicho, confortarlos y guiarlos en todo momento (Juan 14.17, 26).
¡Mucho mejor que Dios “conmigo”, es el Señor dentro de mí, para mí, y a través de mí! Y esa es su promesa para cada generación de creyentes: el Dios incomparable, sobrenatural e inconmensurable hará su morada en nuestro interior y será lo único que necesitemos. Una vez que Él viva dentro de usted, nunca habrá un momento en el que tenga que caminar sin Él (Hebreos 13.5).
A la luz de la maravillosa promesa de la redención y la presencia de Dios, los creyentes debemos tener confianza y valentía. No tenemos una sola necesidad que Él no pueda satisfacer. ¿Cómo podemos preocuparnos si el soberano y todopoderoso Señor está con nosotros?
Este año, al reunirse en la mañana de Navidad, les animo a usted y a su familia a arrodillarse y dar gracias a Dios Todopoderoso. La encarnación es la esencia misma de la Navidad. No tienen nada de malo los regalos o las festividades, siempre y cuando no desplacen lo que debe estar en primer lugar: la Navidad se trata de Dios accediendo a la humanidad, rompiendo con el tiempo, y convirtiéndose en vida, esperanza y ayuda para toda la humanidad.