Comenzó con útiles escolares y otras pequeñas cosas de valor. Cuando mi madre veía los nuevos objetos en mi poder, yo le decía: “Encontré este bonito lápiz en el piso”, o “Mi amiga Karli me regaló esta pulsera”. Ella no sabía que le estuve mintiendo durante casi un año, hasta que me pillaron. Cometí el error de tomar algo de uno de los chicos más escandalosos de nuestra clase: el forro de camuflaje de su libro. Traté de esconderlo, pero una vez que él señalara mi copia de El mejor concurso de Navidad de todos los tiempos recién decorada de camuflaje, mi maestra intervino.

Mamá me recogió en la escuela y actuó como si nada estuviera mal. Sin embargo, cuando entramos por la puerta de la casa, ella le dijo a mi hermana pequeña que se fuera a jugar, así que yo sabía lo que me esperaba. Me preguntó qué había pasado en la escuela ese día, porque mi maestra había llamado. Ya para entonces, yo no podía soportar más el sentimiento de culpa. Confesé que había robado no solo la portada del libro, sino también el sinfín de juguetes y bolígrafos que había escondido en mi habitación. Mi madre se veía aturdida mientras yo, en medio de chillidos, hacía una confesión completa. Después de mi confesión, me miró a los ojos y me dijo que no estaba enfadada conmigo, sino decepcionada. Que había perdido su confianza en mí, y que le tomaría tiempo ganarla de nuevo. Sabía que mi madre me amaba más allá de las palabras, pero el hecho de que yo había fracturado nuestra relación era insoportable. Balbuceé algunas palabras de dolor en respuesta, y ella me abrazó mientras yo lloraba aún más fuerte.
Me dijo que había perdido su confianza y que le tomaría tiempo ganarla de nuevo.
Me acordé de esta penosa experiencia cuando leí estas palabras en el libro del Dr. Stanley: ¿Puede aún confiar en Dios?
Durante muchos años me aterraba desilusionar a Dios por no cumplir con sus elevadas normas (cualesquiera que fueran), pero ahora sé que no puedo desilusionarlo.
Alguien podría desobedecer a Dios, sea consciente o inconscientemente, pero no puede desilusionarlo. Una persona puede pecar o rebelarse contra Dios, y cosechar las consecuencias divinas de ese pecado como medio de corrección, pero no puede desilusionar al Señor.
Una persona puede pecar o rebelarse contra Dios, y cosechar las consecuencias divinas de ese pecado como medio de corrección, pero no puede desilusionar al Señor.
Estas palabras fueron un gran consuelo para mí. Yo solía creer que cuando había pecado, eso hacía que mi “padre” celestial también se decepcionara de mí. No obstante, el Dr. Stanley continúa explicando que, si Dios pudiera sentirse decepcionado de nosotros, entonces su amor sería condicional, y la Biblia nos dice que es todo lo contrario. Aunque el pecado nos hace sentir culpables, Dios lo sabe todo y ama a todos. Esto significa que si Él fuera abatido por nuestras iniquidades, no sería quien dice ser. Dios quiere que nos mantengamos alejados del pecado, no porque le guste tener reglas, sino porque nos separa de Él. El efecto que tiene el pecado en nosotros es la razón por la que Él quiere que vivamos de la manera más intachable que podamos, con el Señor Jesús como modelo (Filipenses 1.9-11; 2 Pedro 3.14, 15).
A veces, si no tengo cuidado, todavía digo “pequeñas mentiras blancas”. Eso siempre me hace sentir como si hubiera decepcionado a Dios, pero me recuerdo a mí misma que lo más importante es evitar que el pecado se interponga entre Él y yo. Es importante saber que cuando flaqueo, el Señor me perdona, y se alegra de que esté aprendiendo y creciendo en santidad.
Pero tengamos esto en cuenta: El hecho de que no podemos decepcionar a Dios no es excusa para hacer todo lo que queramos. Por el contrario, debemos ver eso como un gran aliento para tratar de vivir para Él sin el temor de que nuestro fracaso no tendrá remedio. Al final, la peor mentira de todas es la que nos decimos a nosotros mismos: que cualquier cosa que hagamos pudiera separarnos del amor de Cristo (Romanos 8.38, 39).