Ayer hablamos de cómo nuestras oraciones son una forma de adoración que glorifica a Dios. Sin embargo, esa no es la única razón por la que debemos orar. Llevar nuestras preocupaciones al Señor nos ayuda a crecer en dependencia de Él y en gratitud por su fidelidad y provisión. Como Padre amoroso, se deleita en darnos buenas dádivas que nos ayudan en nuestro andar con Él. Y de esa manera, sus pensamientos, sus deseos y su poder se convierten también en nuestros.
La oración, además, nos permite participar en la obra de Dios en el mundo. Usted puede orar en el momento que sea y por quién sea, en cualquier lugar de la Tierra, y confiar en que el Señor de todo el universo le escuchará y responderá de la manera más efectiva posible. ¡Qué maravilloso privilegio es ser utilizado por Dios para extender su Iglesia y ayudar a otros creyentes!
Otra razón por la que el Señor nos pide que oremos, es para que nuestra fe en Él crezca. El Padre celestial promete responder cuando pedimos, buscamos y llamamos. El resultado puede no ser en la forma que esperábamos, pero nuestro Padre celestial siempre nos da lo correcto de acuerdo con su buena y perfecta voluntad. Si usted aparta tiempo cada día para hablar con Él, aprenderá por experiencia propia cuán fiel es Él a sus hijos.
Biblia en un año: Números 6-7